12.6.19

Historia de la poesía colombiana, de Juan Gustavo Cobo Borda


Hay manuales supuestamente pedagógicos que consiguen espantar al lector. Tendrían que servir como puerta de entrada a una materia, tal vez ser un primer paso hacia a la maestría, y sin embargo son enrevesados y pedantes hasta el sadismo, como indicando que el tema es demasiado complicado, que mejor ni intentarlo y emplear el tiempo en cuestiones más sencillas, más aptas para una mente poco evolucionada.  
A mí esto me pasa con la poesía, soy incapaz de captar su brillo. He recurrido a varios manuales introductorios que solo han reafirmado mis inseguridades; parece que es un arte demasiado complejo y para el que carezco de capacidades. No entiendo la poesía, pero desde luego entiendo menos los libros escritos precisamente para explicármela.

Afortunadamente llegó a mis manos Historia de la poesía colombiana. Siglo XX de Juan Gustavo Cobo Borda. Por supuesto se limita a poetas del país sudamericano, pero es un repaso útil, entretenido y accesible a profanos. Parte de José Asunción Silva a principios de siglo pasado, y termina con autores que todavía están vivos. Intercala contextualizaciones históricas básicas, así como ejemplos y análisis de gran interés. La edición, como todas las de Villegas Editores, es de gran belleza, con su icónico lomo dorado; también, como casi todas las publicaciones de esta editorial, hubiera requerido de un corrector que puliera algunos fallos, pero no hay nada excesivamente grave.  
Cobo Borda se lamenta de que los grandes poetas colombianos no son conocidos fuera de su país, lo que es tan cierto como triste. Desde luego los poemas que reproduce causan impresión (no sabría decir si eso significa que hablamos de buena poesía).
Aquí se recomiendan una serie de nombres. Luego hay que hacer los deberes e ir a las bibliotecas y a Google a buscar los textos completos.

Los poetas de la primera mitad del siglo XX están luchando por aclimatarse a la modernidad y al modernismo, y lo consiguen, pero su sensibilidad ya no es la nuestra. Los referenciados más antiguos, como Silva, de Greiff o Barba Jacob son nombres más o menos conocidos para el colombiano medio (por ejemplo Silva sale en los billetes de 5000 pesos) y su poesía, o tiene más interés histórico que artístico, o es realmente para avezados debido a su estilo complejo.
A partir de la mitad del siglo XX (y de esta Historia) las cosas empiezan a parecerse más a nuestro tiempo. Los poetas que se tratan entonces en este libro se diversifican, y algunos se citan solo a matacaballo. Lastimosamente, el propio Juan Gustavo Cobo Borda, siendo el mismo poeta, se autoexcluye por modestia, cuando la verdad es que uno se queda con las ganas de saber más de él.
En 1955 aparece la revista Mito de Gaitán Durán, que tendrá una gran importancia a la hora de renovar el ambiente intelectual colombiano. Y en los años sesenta los nadaístas de Gonzalo Arango, esos beatniks andinos que todavía hoy resultan atractivos. Ambos acontecimientos están bien detallados.
El autor demuestra tener especial querencia, entre otros, por Mario Rivero y por Raúl Gómez Jattin. El primero escribe poesía urbana para explicar cómo es la llegada de millones de campesinos a las grandes ciudades, olvidando así los paisajes de naturaleza propios de la poesía tradicional. Todo ello en unos versos inteligibles y gratos. Un descubrimiento que agradecer a este libro.
Raúl Gómez Jattin, sin embargo es el que más hechiza. Hay una biografía apasionante sobre él, Arde Raúl de Heriberto Fiorillo, en la que se describe su locura y genialidad. Acabó marginal y pobre, adicto a todo y tirándose debajo de un autobús. En la antología  Amanecer en el valle del Sinú, encontramos unos poemas magníficos e inolvidables sobre el odio inflexible a la propia madre, el rechazo orgulloso a los valores sociales, y cierta piedad del que se autoinmola hacia los que siguen adelante con sus vidas.
Solo por haberme hecho llegar a la obra de Gómez Jattin, y demostrar que la poesía también va conmigo, mis lealtades eternas a Juan Gustavo Cobo Borda.

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