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Slavoj
Zizek es lo que sucede cuando se hace filosofía tras inyectarse Red Bull en
vena: algunos momentos auténticamente lúcidos, mucho balbuceo inconexo, y
cierta perplejidad depresiva al final.
En
Lacrimae Rerum. Ensayos sobre el cine moderno y ciberespacio pasa algo
así. Concretamente tiene un capítulo largo, de unas ochenta páginas, titulado
“La teología materialista de Krzysztof Kieslowski”,
en el que encontramos ideas clarificadoras sobre la obra del cineasta polaco. Lastimosamente
ametralla el texto con divagaciones sobre otras películas, con sus inevitables
citas de Lacan y con cierta puerilidad de determinadas afirmaciones,
malbaratando así lo que podría haber sido un estudio canónico sobre Kieslowski.
Pero
si recogemos los fragmentos dispersos de su prosa histérica y rota, y los
cosemos con paciencia, vemos que hay cierta profundidad en sus análisis.
Empezamos
por lo menos acertado que dice. Aunque al final rechaza la idea, da pábulo a la
acusación de que Kieslowski ¡es un autor new age! No parece que una obra
claramente católica pueda banalizarse así. La teología subyacente en el Decálogo
no es una espiritualidad facilona de consumo tipo-próxima-entrega-ya-en-tu-kiosko.
Que tan siquiera lo considere le resta puntos.