1.1.20

Sobre el Espacio



El mundo de la blogosfera es un fluir inabarcable de planteamientos atrayentes y desconcertantes. Aquí nos topamos con gente que desde el anonimato, y tal vez a miles de kilómetros, desarrolla conceptos innovadores que nos desordenan los imaginarios personales.

Sigo fielmente, aunque con discrepancias, a un tipo norteamericano que firma sus artículos con un escueto “Charles”. Su blog se llama The Worthy House, y la mayoría de sus textos se desarrollan desde la crítica inicial de un libro y finalizan con la exposición de sus propios planteamientos. Da la sensación de que el bueno de Charles necesita el primer impulso de la reseña para descubrir primero que piensa él mismo, y luego poder ordenar para nosotros sus conclusiones (evidentemente me siento identificado con esta manera de escribir).

Según parece una serie de lectores le insistieron en que explicara sin muletas en qué consiste lo que él llama “Fundacionismo”, término que aparece intermitentemente en sus textos y se supone que nuclea su pensamiento. Publicó entonces uno de sus raros artículos independientes, “Sobre el Espacio”, donde nos encontramos unas propuestas programáticas.

Nos dice que el Fundacionismo es “una política de futuro pasado. Es una novedad formada por la sabiduría de lo viejo, construida alrededor de lo que es pasado, lo que está pasando y lo que está por venir” que favorecería “la conquista del espacio por la humanidad”.

Un nuevo-viejo orden para poder expandirnos por la Galaxia. “En pocas palabras, el Espacio ayudará a renovar nuestro mundo”. Ahí es nada.

No tiene en mente un logro científico en concreto, no apunta a un planeta o un astro determinado, más bien lo que le interesa es la revolución civilizatoria completa que supondría si la humanidad se orientara hacia la carrera espacial: “Lo ideal sería que eso incluyera a los seres humanos en permanente expansión en el Espacio, porque es la obra más inspiradora y más grande. Pero también podría significar cualquier otro número de logros, desde sondas robóticas muy expandidas hechas con propósitos puramente científicos, hasta la minería de asteroides con fines económicos.”

El problema, para Charles, es la distorsión que provoca la ciencia ficción en su variante “perfeccionista” y cuyo paradigma es Arthur C. Clarke,  o sea “un conjunto de mitos perniciosos, (…) que ve el Espacio como el reino de la perfección humana, a ser alcanzado a través de la desconexión de los hombres de su naturaleza.” Son planteamientos metafísicos, políticos o meramente líricos en los que los viajes por las estrellas ofrecen respuestas a las grandes preguntas humanas, y nos permiten conocer extraterrestres que son como nuevos dioses y se convierten en nuevos padres. Una extraña teleología que “ofrece una amplia gama de mentiras ilusorias. Lo que no ofrece, sin embargo, es el Espacio real”.

Lo que hace falta es una nueva ciencia ficción, o más bien, una “ciencia especulativa”, que plantee el Espacio que realmente existe, con los problemas que encararían los nuevos navegantes intergalácticos.  Porque el Espacio no es “el lugar físico más elevado donde nos liberaremos de las restricciones de la Tierra, y las maravillas nos serán garantizadas.” Va a ser una lucha ardua y morirán muchos; no hay una escatología salvífica a final del viaje. Charles propone un nuevo Realismo Heroico para que los hombres salgan en un busca de lo desconocido, como ya hicieran los conquistadores de los albores de la Era Moderna.

Cito in extenso: “¿Por qué deberíamos querer tener un Realismo Heroico, y lograr el Espacio? Porque es necesario para lograr el florecimiento humano, el cual es impulsado por una compleja interacción de características y conductas humanas. Requiere, para cada sociedad verdaderamente exitosa, algún enfoque externo y temporal de logro. Ese enfoque une e impulsa. Ofrece una meta para una sociedad, generando y desarrollando un optimismo de cara al exterior que no puede ser creado o mantenido artificialmente, sino que debe ser una corriente dentro de la sociedad. Esto es algo raro; en cambio, el estancamiento o el vicio son las condiciones normales de la gran mayoría de las sociedades humanas, la primera más que la segunda, ya que puede durar mucho más tiempo. Una sociedad que percibe simultáneamente los límites y lo ilimitado puede crear algo que tenga eco a lo largo de las edades del hombre. Y el espacio es, hoy en día, el único foco externo y temporal posible.”


¿Y qué puede decir la filosofía en todo esto? Para Charles poco. La “ciencia ficción perfeccionista” no es más que la superestructura de un zeitgeist asentado por los filósofos desde la Ilustración, y que responde a unos intereses muy determinados. “La filosofía nunca alcanzará el Espacio, y no quiere hacerlo.” Se limita a defender una libertad atomizada y un igualitarismo incapacitante. La filosofía es un relato de los poderosos, una narrativa de poder que opaca todo logro colectivo y busca mantener el status quo.

Pensar el Espacio requiere una nueva clase intelectual. Y los viejos mandarines prefieren seguir con sus pleitos identitarios y sus postmodernidades.

Por supuesto que la filosofía no es un sujeto unívoco al que le podamos recriminar tendenciosidad, pero sí es cierto que hay un corpus filosófico más o menos canónico en el que encontramos unos temas privilegiados sobre otros. Y no hay, o yo no lo conozco, mucho escrito sobre el tema de un mañana fuera del planeta.

Hay que recordar, eso sí, un artículo del gran filósofo español José Ferrater Mora llamado “El exilio planetario”, que apareció en su descatalogado libro Ventanas al mundo de 1986.

Ferrater Mora parece escribir en diálogo con las inquietudes de Charles.

Empieza las primeras páginas describiendo qué es el exilio (drama muy presente en su vida como sabemos ya que él mismo tuvo que exiliarse tras la Guerra Civil española). Considera que básicamente es “estar, por un tiempo indefinido, o suficientemente largo, fuera del propio habitáculo”, y que se puede ser exiliado por cuestiones políticas o por carencias económicas, ya que el exilio es ante todo un movimiento “geográfico”. El exiliado se ve obligado a irse de su patria para ir a otro lugar, y al principio se lleva “partes” de su mundo y se comporta según sus patrones nativos. Solo deja de ser un exiliado cuando asume su nueva circunstancia y deja de ser una “anacronía” permanente en el nuevo territorio (Ferrater Mora referencia a José Gaos, que intentó repensar el exilio desde su concepto de “transterrado”).

El filósofo a continuación plantea que para el siglo XXI habrá que empezar a pensar en una nueva forma de exilio, ahora ya planetario. “Se trata, en efecto, de dejar tras de sí el planeta entero, no una porción”.

El exilio es el marco en el que hay que pensar esta nueva migración, porque al menos al principio va a transitar por las sendas similares a las que ya hemos conocido hasta ahora

Coincidiendo con Charles, Ferrater Mora nos dice que lo primero es dejar de preocuparnos por las novelas de ciencia ficción. Esto no va a tener nada que ver con imperios galácticos y guerras marcianas, lo que nuestra generación podría llegar a ver, y lo que por ello tenemos que pensar, son los albores de la expansión, que será por fuerza mucho menos fantasiosa.

Todo empezaría con docenas de seres humanos asentándose fuera del globo terráqueo. Lo lógico es que lo hicieran en estaciones espaciales orbitando alrededor de la Tierra. Inicialmente, siguiendo las constantes del exilio, estos colonos actuarán siguiendo las pautas aprehendidas en la Tierra. Y podemos predecir por ello cómo se comportarán al principio.

Pero luego, en su radical e inédita circunstancia, empezarán a crear una nueva cultura para encarar su día a día; ante desafíos desconocidos encontrarán soluciones autónomas. Y de la reacción de la nueva metrópolis ante estas soluciones dependerá la duración del sentimiento de lealtad de los colonos.

Éstos dejarán de hablar de una “estación espacial”, porque “estación” implica transitoriedad y ése será ya su hogar permanente. Olvidarán gradualmente su terruño originario para percibir a la Tierra como una unidad, y los terrestres también empezarán a verse a sí mismos como unidad al saberse tal a los ojos de esos nuevos Otros.   

En modelo social de estos nuevos “módulos-ciudad” orbitales será seguramente un comunitarismo colaborativo, ya que cualquier forma de despotismo haría inviable la supervivencia de tan pocas personas. No hay un contexto más favorecedor para la cooperación y el diálogo racional entre individuos que éste, porque su alternativa es convertirse en fósiles flotantes.

Si el exilio planetario sale bien, y estas nuevas comunidades son libres y prósperas, cundirá el ejemplo y una vez más millones de personas querrán asumir graves riesgos en pos de una vida mejor. Sabemos por experiencias previas que todo cambiará para mejor, y “el exilio planetario quedaría plenamente justificado”.

Ferrater Mora también cree que la expansión transformará, en efecto, la civilización, aunque la mayoría de los humanos se queden en la Tierra.

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