11.3.15

exclusión

A Podemos, desde la admiración, les pongo algunos reparos. 

Hay algo en los movimientos rebeldes, populistas o antisistema en general que me chirría. Cuando están en la clandestinidad y sufriendo represiones más o menos violentas, les creo; cuando controlan el poder o se aproximan impunemente, hay algo que no cuaja. Está claro que si alguien amenaza de verdad a la oligarquía, o es legalmente anulado antes de que llegue lejos o recibe tiros en la cabeza directamente, por muy democrático que sea el Estado donde sucede. 

Así que estos populismos que en América Latina y Europa tienen a gala ser combativos, pero copan espacio en las televisiones, se presentan a elecciones sin trabas, se manifiestan tranquilamente por las calles, e incluso, se les permite hacerse con el gobierno, tienen un punto de sospechosos. Hay algo desde dentro del Cotarro que les favorece. No por conspiraciones, ni maquiavelismos políticos, sencillamente porque sintonizan con necesidades de parte de complejo económico-político de sus respectivos países.

El problema aquí es la irracionalidad económica, que se enriquece el que se aproxima a los políticos, el que medra con dinero público, no el que es inteligente y trabaja. El ideal de empresario español es Florentino Pérez, no Bill Gates. Y creo que este capitalismo cortesano prefiere a intervencionistas antes que a liberales. Florentino Pérez duerme más tranquilo con políticos que controlan la economía y en consecuencia le hacen apetitosos contratos a tipos como él; y le intranquiliza desenvolverse en una economía dinámica e innovadora, donde se premie la buena gestión y no los compadreos comisionistas en el palco del Bernabéu.  

Otro de mis reparos a Podemos es su no disimulada voluntad de hegemonía. Yo no quiero excluir a nadie de mi sociedad –salvo a los corruptos, claro-. No necesito que quien no piense como yo se sienta fuera del círculo social. No olvido la advertencia de Julián Marías, que decía que la gente tolera ser expulsada de un sistema político pero no de un sistema social. Debemos cambiar el sistema político, pero sin inmiscuirnos en los hábitos y creencias de nuestros compatriotas, que ya cambiarán gradualmente al haber modernizado las estructuras socioeconómicas. La religión, el fútbol, los nacionalismos, el clasismo…todas estas lacras no se combaten con decretos gubernamentales, se hace con reformas educativas y dinamizando a la sociedad.  

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