1.2.16

dos obras de teatro





Coinciden en Madrid en estos días dos obras de teatro dispares, y como últimamente tengo mucho tiempo libre, las he ido a ver. 


Una es la adaptación del texto de Jean Paul Sartre A puerta cerrada, en la sala La puerta estrecha. Otra es Obscenum, en el Teatro Galileo. Confieso compré el boleto de la primera predispuesto a obnubilarme porque era mi primer Sartre en escena. A la segunda fui con la idea de despotricar con lo que intuía un espectáculo vacío aderezado con muchas actrices desnudas, que eran en realidad mi verdadera motivación.


La cosa no ha sido del todo así. A puerta cerrada me ha parecido desubicada, me ha resbalado. Es una indagación metafísica en la que tres personajes que han muerto esperan en una especie de purgatorio y enfrentan los recuerdos de sus actos inmorales. Todo muy existencialista, que como sabemos es un cristianismo ateo. La Segunda Guerra Mundial está de fondo, pero el director de esta versión ha querido actualizarla poniendo una estética kitsch horrible que todavía aleja más al espectador. Los actores no eran creíbles; no podían serlo porque hablaban como españoles actuales y vestían como lo harían ahora. Demasiados apaños, demasiada voluntad de creernos algo que ya no está ni geográfica ni temporalmente en nuestra “situación” (que por cierto es un concepto sartriano que viene al caso).      


Obscenum, en cambio, tiene algo de narrativa sociológica. Su autor, cuyo nombre desconozco, es alguien vivo y coleando. Habla desde hoy para hoy. El texto cuenta la historia de cinco personajes noctívagos y promiscuos que se la pasan hablando del miedo al amor, porque saben que lo perderán. También hay mucho debate en torno a la genitalidad y al sexo en sus variantes; drogas y de vez en cuando algún número musical. Los actores son talentosos, desde luego, pues cantan, bailan y tocan distintos instrumentos. Hay un momento en que dicen que somos la “generación del orfidal”, porque no soñamos ni aun dormimos. Aquí nadie enfrenta a la muerte ni grandes dilemas. Más bien hay cuerpos que buscan otros cuerpos, que no pueden existir solos.     


Seguramente en Obscenum los diálogos son más flojos y menos profundos, pero la obra es más de verdad. Sus carencias son las de la época, que no da para otra cosa. No había que trasladarse a otro contexto; al encenderse las luces seguíamos instalados en los temas que se trataban. Además es cierto que abundan los desnudos ¡Qué pacato es Sartre en comparación!

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