3.9.16

Rajoy y el olvido del logos


Emilo Lledó explica que la palabra “razón” deriva de ratio, que es la manera que tuvo Cicerón de traducir el término griego logos. Pocos errores idiomáticos han empobrecido tanto a nuestra civilización. El logos para los griegos era una forma de sabiduría, y en su variante política designaba a la convivencia y a la virtud cívica (logos viene de legein, que significa escuchar, discurrir). Sin embargo con su sustitución por ratio, y tras el interludio religioso, se convirtió casi en estadística, en un tecnicismo sin alma moral; o sea la malhadada razón instrumental que padecemos hoy, donde todo es cálculo numérico de medios y fines, un imperio de las cifras.

Esto explica algo de la situación política que vivimos, ya que el hecho de que se considere que la razón –en este caso, razón política- tiene que ver más con la aritmética que con la ética es lo que lleva a los seguidores de Rajoy a considerar que este señor tiene legitimidad para ser presidente. Pero los griegos, que eran bastante más listos que nosotros, dirían que esto es un error, que la dignidad, el honor y el buen funcionamiento de la polis son más importantes que los números, y que hay que evitar que la democracia degenere en demagogia.

El líder del PP podría haber ganado las elecciones por el 99% de los votos e incluso así no debería ser presidente. La democracia no es la dictadura de la mayoría, es el imperio de la ley y la ejemplaridad pública. Si el número de votos se puede imponer sobre la decencia nacional y los valores ilustrados, entonces habría que castrar a los violadores o rechazar a los refugiados, ya que según las estadísticas la mayoría de los españoles son partidarios de estas medidas.

Un político que mandó mensajes a un tipo como Bárcenas diciéndole que no se preocupara y resistiera, que dio una rueda de prensa a través de una pantalla de plasma en momentos críticos para el país, y que ha malgastado una legislatura convirtiendo el gobierno en una satrapía casposa sencillamente no puede dirigir un país europeo occidental en pleno siglo XXI.  Y el ratio numérico puede decir misa.

En la competición por el puesto a peor presidente de las últimas décadas Rajoy y Zapatero andan a la par. Pero hay cuestiones de honorabilidad que trascienden las estadísticas, y que por mucho que un obtuso como don Mariano piensen que a nadie le importan, lo hacen, y dejan en mejor posición a Zapatero: éste al menos tuvo el coraje, o la vergüenza torera, de irse cuando se dio cuenta de que era un estorbo para el país.  Tuvo un comportamiento, finalmente, a la altura de las circunstancias.

Ya que nuestro ínclito presidente en funciones no llega ni a eso, solo nos queda respaldar a los que se oponen a su nombramiento, a los que resisten estoicamente  a las presiones para que claudiquen y se abstengan.  El logos, o si se prefiere el sentido común, les avalan. De momento ayer volvieron a salvar el honor de España. Desde aquí nuestro agradecimiento.

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