1.8.16

Hegemonía


Podemos es el fenómeno político de nuestro tiempo. Son unos chicos leídos que hacen posible lo que parecía imposible: sacar a una parte de la ciudadanía de su sempiterno apoliticismo. Nadie pone en duda que tiene su mérito lo que han conseguido, y que son el aviso de que este sistema no funciona y de que existe una generación caduca que se aferra al poder y otra que puja por tomar el mando. El fracaso en las elecciones del domingo no creo que pueda alegrar a ningún ciudadano de bien, ya que ha sido el respaldo al inmovilismo y la corrupción frente a unos jóvenes que –seguramente con propuestas erradas- por lo menos están intentando cambiar las cosas.

Rajoy es un ser gris que considera a sus conciudadanos seres inmorales que solo piensan en su bolsillo y a los que el futuro les da igual. Por ello no ha hecho ninguna reforma a pesar de haber tenido mayoría absoluta y ha estimado que el saqueo de las arcas públicas será perdonado cuando vuelva a haber dinero para todos circulando en las calles. O sea que traslada su propia mediocridad interior al paisaje que le rodea. Ni planes educativos, ni despolitización de la justicia, ni saneamiento de las instituciones. Nada. Que su falta total de patriotismo se envuelva paradójicamente en la bandera nacional hiere el corazón de cualquier español que quiera a su país.

Por ello debe de haber pocos votantes suyos que no se hayan enfrentado a un dilema ético al elegir a alguien que apela a lo peor de nosotros mismos; solo una minoría será la que le habrá votado con entusiasmo. (Seguramente a estas alturas incluso ni siquiera su otrora heroico partido, el mismo que él ha destruido, ése que defendía la libertad frente al terrorismo, despierta ya admiración sincera. ¿De verdad no había nadie más digno para encabezar al Partido Popular?)

La cuestión entonces es encontrar una explicación a que más de siete millones de españoles hayan elegido sin la más mínima convicción a este señor. Se dice que es por miedo a las hordas bolivarianas que venían a arrebatarles su prosperidad económica y que a la gente no le gustan los experimentos. Habría que preguntarse si está tan claro que esto que vivimos es prosperidad y si es indiscutible que un gobierno morado fuera a hundir la economía. Por otro lado, sin duda Podemos tiene un perfil excesivamente intelectual en un país donde los libros parece que asustan; además sus propuestas son demasiado metropolitanas para un cuerpo electoral donde prevalece el campo y las provincias.

También es cierto que lo de describirlos como unos estalinistas come-niños se ha hecho desde medios afines al Gobierno, porque incluso si los podemitas gozaran de mayoría parlamentaria, en este contexto globalizado, dentro de la Unión Europea y con la obligación de presentarse a elecciones cada cuatro años, sería imposible que abrieran gulags en los Pirineos por mucho que quisieran. De hecho Syriza gobierna en Grecia y no ha pasado nada de lo profetizado por agoreros.

Seguramente los millones de personas que han votado a Rajoy lo han hecho más bien irritados por la nada disimulada voluntad de hegemonía de Podemos. La hegemonía es esa idea fetiche que consideran un arma ideológica y que ha sido probablemente lo que les ha costado el triunfo. La gente es como es y no quiere que le digan cómo vivir su vida, aunque sea una vida en los lindes de la pobreza. Los dirigentes podemitas huelen a altivos ingenieros sociales que vienen a dejar sin tapitas en el bar ni derby los domingos al español medio, para convertirlo así en un ilustrado y moderno escandinavo que come arenque y hace nudismo. Eso al español medio le suena a injerencia, no a mejora.

No hay que olvidar la advertencia de Julián Marías, que decía que la gente tolera que le cambien un sistema político pero no un sistema social. Debemos transformar el sistema político, sin duda, pero sin inmiscuirnos en los hábitos y creencias de nuestros compatriotas, que ya cambiarán gradualmente al haberse modernizado las estructuras socioeconómicas. La superstición, el fútbol, los nacionalismos, la incultura…, todas estas lacras no se combaten con decretos gubernamentales; se desgastan con reformas educativas, racionalizado la economía y dinamizando a la sociedad, entre otros cosas.  Y se hace así, como de tapadillo,  sin olvidar nunca que el pueblo se siente feliz como es, o sea que es socialmente conservador.

1 comentario:

XLuis MP dijo...

Tienes, o tenías, demasiada buena opinión de Podemos.