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Según parece en una discoteca
de Madrid se premia con una botella de cava a las chicas que se
desnudan. Hasta aquí nada nuevo. Lo de los despelotes en versión
diletante en muy común en el spring break norteamericano -si no saben de
que hablo, ya saben, tecleen en google-. Era cuestión de tiempo que
hubiera una versión castiza.
Por el vídeo que hay en los medios vemos que nada se sale de lo normal: una jóvenes estupendas se quitan la ropa mientras una multitud masculina, ebria y rijosa, les anima. Por supuesto imaginamos que con el amanecer el 99% de esos chicos volverán a casa de sus padres tan involuntariamente célibes como salieron; mientras que esas chicas, en cambio, podrán elegir entre docenas de solícitos candidatos si quisieran compañía, todo dependerá de ellas. Sin embargo, no entendemos muy bien por qué, son ellas y no ellos las degradadas.
Es
curiosa la reacción que este evento ha provocado entre colectivos
autodenominados feministas. Desde la Asociación de Mujeres
Universitarias de Madrid (Amum) se ha dicho que es "un ejemplo más de la
cosificación de la mujer". Porque el hecho de que en esa misma
discoteca haya un correspondiente concurso de striptease masculino no
tiene nada que ver. Que un hombre se desnude por una botella de cava,
seguramente con cientos de chicas visualmente encantadas gritándole
obscenidades, no es cosificante per se. Solo lo es si es una mujer la protagonista.
Hay
algo, creo yo, de condescendientemente machista en esto, sobre todo
hacia las chicas que libremente deciden que les da la real gana de
enseñar las tetas, y que tan ricamente y a quién no le guste que no
mire. La Federación de Mujeres Jóvenes, por ejemplo, acusa al alcohol y
las drogas de nublar la voluntad de las damiselas. Como si esas chicas
del vídeo fueran bobitas, o no fueran mayores de edad perfectamente
responsables de sus actos. La verdad es que salen al escenario porque
quieren y ya está. Fenomenal, nada que alegar, que la juventud está para
hacer esas cosas y que ya habrá tiempo para sentar la cabeza y
aburrirse.
A esta misma Federación le preocupa además que
"volvemos a lo mismo de siempre. Este tipo de empresas cosifican y
sexualizan el cuerpo de la mujer a cambio de algo". Pero ¿alguien piensa
que una botella de cava, que bien pueda ser la de 5 euros del
Mercadona, es la motivación de las chicas? Obviamente eso es lo de
menos. Podría ser un bolígrafo bic y lo harían igual. Es algo simbólico.
Porque una cosa que también se podría deducir de la insistencia en la
botella de cava es que lo que molesta no es que se desnuden, sino que lo
hagan por tan poca cosa. O sea, que si te desnudas, bonita, por un
coche de lujo, pues otro gallo cantaría, pero así nos rebajáis el caché a
todas y no hay manera...
"La diversión no puede provocarse
mediante la degradación de la mujer", afirma el presidente de la
Federación de Asociaciones de Estudiantes Progresistas(FAEST), que
propugna que hay que responsabilizar a los impulsores del evento, y
sentencia: "No podemos permitir este tipo de comportamientos en pleno
siglo XXI". O sea, que progresísticamente llega a pedir la intervención
de las autoridades, tal vez con el sargento de la Guardia Civil
precintando el garito al final. Se queda uno sin palabras.
Otra
cuestión que llama la atención es que denuncien tanto las asociaciones
de estudiantes y se resalte en la información que estas perdidas sindios
son universitarias. De entrada no es seguro que lo sean, en el vídeo al
menos no lucen ningún diploma; pero es inevitable preguntarse si el
escándalo hubiera sido el mismo si hubieran sido mujeres sin buen
expediente académico. Pareciera como si además de un machismo implícito
en las peroratas condenatorias hubiera también un clasismo explícito.
El
clasismo sería coherente con este feminismo meapilas de la señorita
Pepis que se escandaliza hoy como se escandalizaba hace medio siglo una
abuelita de misa diaria ante los primeros topless de las suecas de
Benidorm. Desde luego sería una buena materia de estudio analizar cómo
la beatería moral progre es directamente heredera de la beatería moral
católica. Es la misma matraca de meterse en la vida de las personas,
sobre todo de las mujeres, para decirles qué sentir y cómo desear.
Servidor
ya está mayor para ir a esas fiestas. E incluso por mi patológico
rechazo a las discotecas creo que tampoco iría aunque fuera más joven.
Pero nada que objetar a la muchachada que quiera desparramar allí.
Adelante, pues; vayan, desnúdense, jueguen, sean felices. E incluso si
se equivocan, háganlo, pero háganlo ustedes, cometan sus propios
errores desde su libertad, pero no acepten imposiciones. Disfruten, que
la juventud no vivida es una enfermedad que con los años provoca
resabios de bilis.
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