5.9.17

Libertad fatal, de Thomas Szasz


Thomas Szasz (1920-2012) fue un psiquiatra libertario que se opuso siempre a las intromisiones del Estado y a las coacciones médicas en la vida del individuo. Para él nadie, salvo el propio interesado, tenía derecho a decidir si podía o no consumir drogas, recibir o no cualquier tipo de tratamiento psiquiátrico, o suicididarse o no por decisión propia cuando se estime oportuno.

Sobre este último tema, el del suicidio, escribió un libro, Libertad fatal, cuya lectura todavía hoy incita al debate.

El suicidio se ha interpretado durante siglos como un "autoasesinato", o sea el suicida como un asesino de sí mismo, y como tal ha sido criminalizado y perseguido. Pero para Szasz la voluntad por parte del poder religioso, luego estatal, de controlar el uso de esta "libertad fatal" es una injerencia intolerable.

Lo ilustra contando, entre otras, la historia de un señor que intentó rebanarse el cuello, pero no le salió bien, sobrevivó y fue curado...para ser condenado a la horca por haberse intentado suicidar. El médico advirtió que la herida en el cuello se podría reabrir pero le ignoraron. Al colgarle en el cadalso, el tajo efectivamente se rasgó de nuevo, y el reo empezó a respirar por él. Los verdugos tuvieron que bajarle, subir la cuerda por encima de la hendidura, y volver a ahorcarle. Todo un suplicio para un hombre cuyo delito solo había sido tratar de quitarse la vida sin molestar a nadie. También un ejemplo de cómo se las gasta este biopoder al que llamamos Estado y de lo celoso que es salvaguardando sus atribuciones.

La cuestión que queda clara, y que se repite como un mantra a lo largo del libro, es que el suicidio es una decisión individual, un derecho.  Ni el policía, ni el juez, ni el médico pueden impedirle a alguien que desea hacerlo que lo haga. Su libro fácilmente puede leerse como una vindicación del suicidio como forma de resistencia política antiestatal.  De hecho así se ha hecho.

Pero Szasz no busca orígenes ni lenitivos, casi parece que hasta tratar de disuadir al desdichado que está a punto de saltar desde una azotea sea un acto liberticida. 

¿Pero no habría que borrarle las exclamaciones de furor libertario a la idea de que el suicidio es un derecho individual inviolable? Lo es sin duda, si alguien lo tiene claro, pues adelante, nada que alegar, pero también es un fracaso colectivo, y precisamente una forma de resistencia es cuidarnos entre nosotros y tratar de que los que peor digieren las miserias no se rindan antes de tiempo.

Y sobre todo, ¿en qué le quita el sueño a los que manejan el Cotarro que unos cuantos infelices se corten las venas? Es como ese "escuadrón de suicidio" que aparece al final de La Vida de Brian, cuando unos hebreos deciden absurdamente clavarse sus espadas al grito de "¡así aprenderán esos romanos!" frente la mirada perpleja de los crucificados.

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