1.9.21

El Barroco según Eugenio Trías



Eugenio Trías (1942-2013) fue un filósofo barcelonés con un amplio campo de intereses, si bien se centró en la estética. Tuvo gran reconocimiento en vida y publicó docenas de libros. Su obra ofrece un mapa conceptual propio y una amplitud de intereses que le hace muy atractivo; además escribe bien y su estilo rezuma un entusiasmo que le hace grato. No es osado asegurar que, debido al provincialismo inverso de nuestro mundillo académico, si hubiera nacido en París y escribiera en francés sería uno de los autores más citados en las universidades hispánicas.

De sus libros mejores -porque también los tiene malos- que a su vez no sean de difícil acceso para el profano destacamos Lo bello y lo siniestro, que es un estupendo acercamiento a algunas categorías de la estética, como lo bello, lo sublime, lo siniestro, y lo barroco. Aunque el libro tiene una unidad, los capítulos se pueden leer independientemente. 

Esto es lo que haremos con el último de ellos: “Escenificación del infinito (Interpretación del barroco)”.


 Este capítulo no es muy largo pero sí muy denso. Se trata de un análisis de la condición del Barroco en el que casi no hay fechas ni ubicaciones geográficas; es una aproximación al fenómeno como corriente, o como espíritu, si se quiere decir así. Nos parece el complemento perfecto del libro de Valverde porque Trías se puede ubicar entre los intérpretes herederos de Eugenio d´Ors, al que hemos dejado de lado al principio, y que hablaba del Barroco más como un “eon” que atraviesa la historia que como un período determinado. Trías no referencia la polémica mencionada, pero es evidente que la conoce, y toma un partido dorsiano un tanto matizado porque si bien parece primar lo abstracto también quiere llevar sus reflexiones a lo concreto.

En este texto, que se publicó por primera vez en 1981, Trías muestra cierta valentía e impermeabilidad a las modas, ya que en unos tiempos poco propicios para ello defiende el Barroco y sobre todo su dimensión espiritual. También está claro que leyó el libro de Valverde porque hay ciertas ideas de aquél con las que se confronta (aunque sin citarle), como hablar del Barroco como Renacimiento invertido, o la insistencia en la paradoja de un arte desbordante en un contexto racionalista (que para Trías no es tal porque demostrará que el Barroco es racionalista también).

Sin embargo, en Valverde hay una sobria voluntad pedagógica que le lleva a no asumir riesgos en su explicación que puedan confundir al estudiante. Trías empero, que tenía lectores fuera de la universidad, le da a sus pocas páginas la profundidad y el lance que le falta a aquél.

Para Trías desde los griegos la infinitud ha estado mal valorada en las artes occidentales. No se  entendía o se despreciaban la idea de la falta de límites, y se consideraba un error de planteamiento. Sin embargo el Barroco quiere rehabilitar el infinito desde los fundamentos formales del Renacimiento, que se había agotado al limitarse a un espacio geométrico, inmanente, y en última instancia, abstracto (el Renacimiento aparece en estas páginas como contrapunto, y hay que decir que el filósofo no parece tenerlo en alta estima, porque siempre es un contrapunto fallido frente a la potencia barroca).

La cesura que supone Descartes ha dividido la filosofía entre la razón y la locura, lo racional y lo sensible, la claridad y la confusión. Sin embargo, después de él los hombres no pueden dudar de que tras los posibles engaños del mundo, está el yo-pienso, y sobre todo la gran evidencia de la rex extensa que es Dios, una base sólida sobre la que construir cualquier propuesta artística.

El Barroco se levanta racionalmente sobre el infinito y a él apunta, como se ve en las pinturas barrocas o en la espiral que se percibe en el interior de las bóvedas de las iglesias, que es una línea de expansión hacia el infinito. Trías sostiene que este estilo siempre nos está diciendo lo mismo, que “lo presente está invadido y envuelto por lo invisible; lo finito, por un torbellino de infinitud”. Lo ejemplifica con la música: “Una fuga de Bach no tiene por qué acabarse. Se oye como un despliegue polifónico lanzado a espacios siderales”.

Cuando se trata de hacer un análisis de las distintas artes, Trías evita hacer apartados como en el texto de Valverde, o como cualquier texto más académico haría, y va introduciendo sus disquisiciones un poco aleatoriamente (no habla de literatura o filosofía barroca, por cierto).

Como ya hemos mencionado, celebra la música de Bach, y dice que frente a la -cómo no- simpleza musical del Renacimiento, el Barroco introduce polifonías armónicas que subrayan lo dicho de que lo infinito no es sinónimo de caótico.

De la escultura elogia su conciliación entre el movimiento y el reposo, así como sucede con la arquitectura, cuyas fachadas invitan a pararse a mirar desde una perspectiva, para retomar el paso de nuevo hacia otra perspectiva (aquí no entra a hablar de las innovaciones técnicas de la arquitectura barroca, por lo que podemos asumir que suscribe la idea de Valverde, de que el Barroco no innovó técnicamente en demasía).

Sobre la arquitectura añade que no es lo mismo colocar en un centro geométrico un obelisco, como hace el renacimiento, que un organismo vital, “una escena” como el Barroco. En el primer caso el paseante se siente un punto atemporal en una estructura perfecta donde queda abolida la muerte, pero también el flujo de la vida. En el espacio barroco sin embargo es temporal, invita a caminar, transitar y metamorfosear; la muerte está al acecho aquí, hay drama y evolución.

En las últimas páginas de “Escenificación del infinito (Interpretación del barroco)” Trías insiste mucho en esto último, que el Barroco nos avisa de que la muerte es inevitable, y que ésta es el despertar del sueño que es la vida. Pero no hay nada que temer, ya que “la meta es el infinito”.

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