19.10.15

Piel Roja, de Juan Gracia Armendáriz


Piel Roja de Juan Gracia Armendáriz es un diario bien escrito y con fragmentos inolvidables sobre la vivencia de una enfermedad. Hay una parte en la que Gracia rememora, al enterarse del fallecimiento del escritor Félix Romeo, que cuando le conoció en vida, al verle tan pálido y displicente, le preguntó que dónde había aparcado el Ovni. Y luego deja caer, como de tapadillo, que el deceso de Romeo bien pudo producirse por el exceso de alcohol y drogas. A continuación lamenta que en la época actual morir de un infarto ya no sea privativo de gente más mayor. Y no insiste en el tema, pero en seguida vienen a las mientes los varios jóvenes y prometedores escritores españoles que en los últimos años han muerto por infartos –y que según la insinuación de Gracia, fueron debidos al exceso de cocaína y noche etílicas.
 
Gracia es indiscreto y tal vez se mete donde nadie a inquirido su presencia. Pero habla con el derecho de quien no ha elegido estar muriéndose. Tiene que ser irritante que un cáncer te obligue a pasar por mil torturas médicas e incapacitaciones múltiples, mientras que coetáneos más sanos deciden seguir con el cansino papel de enfant terrible poniéndose hasta las cejas de todo lo que destruye un cuerpo humano. No cuidarse cuando se tiene salud, o peor, autoaniquilarse poco a poco, siempre me ha parecido un insulto a los que nacieron con menos fortuna genética. Gracia, faltando conscientemente a la cautela con un muerto, parece estar conforme conmigo.
 
Sin embargo lo que llama más la atención es el tema de los escritores tanáticos. Artatud decía aquello de “me destruyo para saber que soy yo y no todos ellos”, que como motto adolescente está muy bien, pero ya cuando se peina canas resulta un poco cretino. Entre los pocos autores con publicaciones que conozco personalmente en Madrid abunda el exceso de hábitos insanos ¿qué motivo hay para trasnochar casi por obligación, encocarse borreguilmente, emborracharse casi a diario? No hablo de los que van de que lo hacen porque es más chic entre los modernez capitalina; me refiero a los que realmente no pueden dar conferencias porque están demasiado borrachos o nunca presentan textos a tiempo por han estado de jarana toda la semana.
 
¿Tienen que ver con la carencia de talento? Podría ser que cuando llevas toda la vida convenciendo y convenciéndote de que eres la hostia en vinagre, temes el día en que tengas que demostrarlo. Ninguno de los autores infartados, ni los bohemios bravos de Madrid, que yo sepa, publicaron un libro definitivo, de esos que justifican ser personalmente insoportable. Eran más bien buenos textos, anunciantes de que se iba por el buen camino hacia el libro excelente. Murieron antes de probar si sí o no. U otros ni siquiera publicaron, porque el mundo literario madrileño está repleto de militantes del malditismo que no pueden ni exhibir un libro medio decente, pero eso sí, creen que es un privilegio recogerles de madrugada cubiertos de sus propios vómitos.
 
Tal vez con este relevo generacional que se está produciendo estemos asistiendo a los estertores de una manera nihilista y ególatra de concebir la vida intelectual. Da la sensación de que hay cosas que están cambiando, que las gracietas de estos Bukowskis de saldo ya sean simplemente inoportunas o minoritarias. No lo sé. En cuanto a mí, entendiendo un poco las inquietudes de Artaud, pero a mi manera: me alejo de cualquier estimulante artificial y me acuesto temprano y sobrio para saber que soy yo y no todos ellos.

No hay comentarios: