20.10.15

El lacanismo o cómo perder el tiempo



Hay una esfera madrileña que se precia de su brillantez. Es una esfera que corona la mayor parte de Lavapiés, desde Atocha a Tirso de Molina, desde Antón Martín a Embajadores. Bajo ella se arremolinan muchos locales de diletantes. En uno de ellos, uno en la calle de doctor Fourquet, hay un evento: se nos va a explicar en qué consiste el lacanismo de izquierdas.

La audiencia es un poco la de siempre. Intelectuales posmarxistas y ojerosos que huelen a Ducados, doctorandos gafapastas buscando a qué aferrarse, ninfas exhibiendo inquietudes chic, proletarios descontextualizados, etc, etc. El día es frío y el Gran Chamán llega tarde, hay inquietud ¿habrá retraso en el vuelo que le trae desde Buenos Aires?¿llegará o tendremos que volver a nuestras casas sin sentirnos realizados por nuestro compromiso político? El chico de la casa entretiene a las audiencias y la verdad es que lo hace fenomenalmente, es un buen orador que conoce bien el tema; pero es humilde y todos tenemos la sensación de que no es lo mismo.

Finalmente aparece el Gran Chamán y todo el universo recupera su equilibrio. Camina recto, perseguido por miradas admirativas y un silencio respetuoso. Cuando se sienta y habla queda claro que lo suyo es el no va más de la inteligencia política: conoce a Jacques Lacan al dedillo y ha convertido a este psicoanalista de divertidas chaquetas en un intelectual revolucionario.

Lacan escribió con un lenguaje arcano que es inaccesible a los mundanos. Por ello, como en todo culto, hace falta el capellán que nos lo descifre. Nada de interpretaciones autónomas, que por otro lado requieren demasiadas horas y son impensables para quien tenga algo importante que hacer con su vida. El Gran Chamán –que es literalmente grande, enorme- se encarga por nosotros; sigue el último trending topic del momento que es traducir la jerigonza lacaniana en eslóganes tirapiedra para hacer alegres rebeliones bajo la esfera de Lavapiés.

Hace una exposición del lacanismo más o menos así: “compañeras y compañeros, todo significante (pausa) es lo que representa el sujeto (pausa) para otro significado (silencio consternado en la sala)” ¡Cómete esa, marquesa! Los de FMI y el gobierno norcoreano tiemblan acompasados. Lenguaje enrevesado, incomprensible, para concluir que todo es lingüístico, todos somos significantes, ¡incluso para una mesa! ¿para qué buscar entonces cambios estructurales? O sea, ¡si hasta la pobreza es una construcción verbal!

No, amigo, no.
 
El Gran Chamán y el revival del lacanismo son paradigmáticos de los análisis postmodernos. Primero, por hacer de la actividad intelectual un sistema de modas: este año se lleva Lacan, como hace un lustro no se podía pedir un café sin que te citaran a Castoriadis, hoy nada fashion. Segundo, por buscar pensadores de retórica inaccesible para que haga falta un intérprete que traduzca, cuando hay muchos otros autores que hablan mejor y más claro, sin necesidad de intermediaciones. Y tercero, porque se aseguran de que los autores reverenciados –como Lacan es este caso- reduzcan la realidad a lingüística, o directamente a crítica literaria, para que así puedan seguir siendo ellos, los académicos de humanidades, los portavoces de la verdad.

En cuanto a mí, de la charla en la calle del doctor Fourquet solo he sacado en claro que la vida es demasiado corta para leer a Lacan.

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