11.10.15

la religión y sus enemigos


Entro con fines turísticos en una parroquia del centro. Casualmente hay misa. El sacerdote sermonea a tres ancianas que tienen aspecto de no sobrevivir a este frío invierno. Quedo con la impresión de que esto es el catolicismo español hoy: ancianas que buscan partir con serenidad al barrio de los acostados. Sin embargo, en las charlas de bar, o en las tertulias diletantes, siempre oigo a alguien que lanza anatemas contra la Iglesia mientras es secundado con más o menos entusiasmo por sus compadres. Parece obvio que el anticlericalismo hoy en la prepotencia de quien se ensaña con un enemigo tiempo atrás vencido.
 
¿Qué sentido tiene mantener el discurso comecuras hoy en día? La Iglesia no pinta nada en la sociedad, y lo hace es donde se le pide que lo haga, entre las masas de fieles que han elegido libremente –no olvidemos esto último- escuchar y seguir sus directrices. Soy livianamente laicista y jamás me he sentido coartado por una institución que no me afecta para nada. Nos respetamos mutuamente; además, como no siento la necesidad de aplastar a quien no piensa como yo, veo como un sano tributo a la libertad de conciencia que haya creyentes y no creyentes.
 
Tengo la impresión también de que los anticlericales tienen algo de eso de lo que nos advirtió el psicoanálisis, la estrategia de buscar “padres autoritarios” débiles para poder “matarlos” con facilidad y crear la ilusión de liberación. Que un obispo huya de un acto porque unas hippies le enseñan las tetas debe hacerse sentirse la pera limonera a las hippies y a los mirones, pero dudo que tenga la más mínima consecuencia política.
 
La Iglesia no es nuestro enemigo. Principalmente porque está también en contra del hambre y la explotación. Quien es unilateralmente anticatólico, quien reduce el clero a una panda de pedófilos obtusos, evidencia que su pasaporte no exhibe estampas de los arrabales pauperizados del globo. En la actualidad miles de religiosos sufren con los olvidados y mueren con ellos y por ellos. Pocos cooperantes laicos pueden decir lo mismo.
 
Además, no olvidemos la admonición de G.K. Chesterton, cuando decía que el día que los hombres no crean en Dios se creerán cualquier cosa. En el siglo XIX los humanistas luchaban por superar la religión e instaurar la república de la cultura y el razonamiento científico. La causa entonces era la de la liberación del hombre y el fin de cierto oscurantismo que limitaba su existencia. Hemos erradicado a Dios, y vemos que las trivialidades que el hombre ha encumbrado para sustituirle son absurdas. Ahora que el lugar de la misa los domingos, que era algo al menos mínimamente trascendente, lo ha ocupado el fútbol, habría que preguntarse por la pertinencia –o simplemente el buen gusto- del ateísmo militante.

No hay comentarios: