11, Adolfo Sánchez
Vázquez nació en Algeciras, España, en 1915. La guerra civil le
sorprendió, pues, con 21 años. Santiago Carrillo le llamó a Madrid para
que dirigiera Ahora, la publicación de las Juventudes Socialistas
Unificadas (JSU). El 1939 llega exiliado a México siendo militante
comunista, pero sin una formación universitaria completa; en su nuevo
país se dedicará a estudiar filosofía precisamente para apuntalar sus
convicciones. Muere en el Distrito Federal en el 2011, reconocido con un
gran pensador marxista heterodoxo. Escribió muchísimo sobre muchísimas
cosas (política, estética, utopía, literatura,…) pero lo que más nos
interesa ahora es su crítica a la idea gaosiana de transterrado, siendo
él mismo un paradigma de la misma.
En Recuerdos y reflexiones sobre el exilio
Sánchez Vázquez enumera las razones por las que no se identifica con el
calificativo de transterrado. Para él supone una idealización tanto del
continente americano como del observador: evita centrarse en lo oscuro
de la nueva tierra como en la condición impuesta del exiliado. “La
idealización y la nostalgia, sin embargo, no se dan impunemente y cobran
un pesado tributo, que pocos exiliado dejan de pagar: la ceguera para
lo que le rodea”.
Además no se cree que la adaptación sea tan
completa como sugería Gaos. Sobre todo en los primeros años los
españoles vivían con “los ojos puestos en España” y cita el caso del
exiliado García Maroto, que iba por las casas de los republicanos
españoles para asegurarse de que no compraban muebles, porque eso sería
señal de que se estaban asentando.
Le pesa también que la
querencia orteguiana de los exiliados fuera tal que se hubieran hecho
“impermeables al marxismo” –lo que en él viene a significar ser
“apolíticos”, un poco como ya decía Abellán.
Sánchez Vázquez
parece ser condescendiente con los que se ven a sí mismos como
transterrados. Entiende que se consuelen así, pero él no soporta que se
suavice el dolor del exilio: “Yo, al contrario, consideraba que era un
golpe terrible lo que habíamos sufrido al ser arrancados de nuestra
tierra, quedándonos sin raíz, en vilo”.
Por supuesto creemos que
tiene razón en todas sus objeciones a Gaos. Pero tal vez lo que sucede
es simplemente que la separación entre exiliado y transterrado no se la
cree. Porque seguramente no son más que los dos estados anímicos en los
que se movieron ellos toda su vida. Casi podríamos concluir que en
transterramiento era un objetivo inalcanzable al que sin embargo no
había que renunciar.
Contemplando la vida y obra de Sánchez
Vázquez, el gran objetor, sin embargo, vemos bastante de
transterramiento: no regresó a vivir en España a pesar de haber
sobrevivido 36 años al final de la dictadura. Y cuando volvió de visita
se sintió extraño y exiliado en su país de origen: era ya un mexicano
que murió como mexicano, con familia mexicana, con obra casi
exclusivamente mexicana.
12, El planteamiento de
los transterrados adolece de excesivo intelectualismo, como ya hemos
visto. Valerio Pie dice en su artículo: “La tendencia a asociar la
patria con sus componentes intangibles, principalmente culturales, es un
fenómeno común entre los intelectuales exiliados quienes, de esta
forma, se erigen en guardianes, cuando no en la viva imagen, de un
pueblo y de la tierra de donde fueron expulsados”.
María Zambrano, en su fabuloso Pensamiento y poesía en la vida española,
parece confirmar todo esto: “(…) si siento tiránicamente la necesidad
de esclarecimiento de la realidad española, es porque creo que
continuará existiendo íntegramente en espera de alcanzar, al fin, la
forma que le sea adecuada; porque espero que España puede ser, es ya, un
germen, aunque en el peor de los casos, este germen no fructifique
dentro de sí mismo. Porque al fin, la dispersión puede ser la manera
como se entregue al mundo la esencia de lo español”.
Analicemos
las últimas frases: ¿Qué es España para María Zambrano? Es un germen que
puede fructificar fuera de sí ¿Una España que florece en México, por
ejemplo?¿No es un poco excesivo, y claramente desacertado, pensar que
esto pudiera suceder?¿Y cómo se va a trasladar más allá de las fronteras
lo que claramente no puede existir fuera de ellas: nada menos que la
“esencia española” (en caso de tal cosa exista, claro)?
Obviamente
María Zambrano reduce España a episodios de su alta cultura –ni
siquiera la cultura popular puede ser extrapolable a otras regiones,
evidentemente. Para ella España es, entre otros, Velázquez, Cervantes y
Galdós. Eso sí se puede transterrar, aunque sería muy ingenuo pensar que
llegaría inmaculados, que los mexicanos no los aprehenderían según su
perspectiva.
¿Cómo salvar el concepto de “transterrado”?
Tal
vez aceptando las consignas de Zambrano. Reduciendo la cultura española
a sus ejemplos más sobresalientes. Creyendo que su estudio, defensa y
predicación merecen la pena. Podemos establecer cierto paralelismo con
los hombres-libro de aquella novela de Ray Bradbury, Fahrenheit 451, que
tras la hecatombe y la prohibición de los libros, los memorizaban para
salvarlos de la quema.
Igual en el 39 los pensadores españoles que
escaparon fueron un poco esos hombres-libros que salvaban lo mejor de
su país del incendio. Y así además aportaron ideas y perspectivas al
Nuevo Mundo. Luego desdramatizaron su situación y acabaron siendo
medianamente felices en su tierra de acogida.
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