2.1.16

Metafísica del bipartismo


Hay un texto de Heidegger, y cito de memoria, en el que quiere explicar la diferencia entre el ser y el ente. Ejemplifica diciendo que desde la ventana de su despacho se ve el Instituto Geológico Alemán, o sea un edificio, con su personal, sus horarios, sus objetos de investigación…o sea el ente, lo que existe. Él, claro está, lo que quiere conocer el ser, lo que es. Pero ¿qué es el Instituto Geológico Alemán?¿cuál es su espíritu o alma, su naturaleza etérea y sempiterna?¿dónde hallarlo? Se preguntaba, nos imaginamos, trémulo, con gesto estreñido, mientras se tiraba del poco pelo que tenía (y así pasaba el rato y además le pagaban por ello, por cierto).

Esta diferencia entre el ser y el ente me viene mucho a la cabeza cuando hablo con simpatizantes, que alguno queda, del PSOE. Hablan de este partido como de una idea pura y angelical, que merece una devoción perpetua, encarnación del bien absoluto. Cuando yo les digo que es el partido del autoritarismo felipista, la cultura del pelotazo, el GAL y la calamidad de ZP, me dicen que no, que eso de lo que hablo es el ente del PSOE, es lo que existe, pero que la realidad del PSOE es otra, un proyecto, su ser, lo que es.

Como he leído mucho existencialismo como para creer en esencias, insisto en que el partido es el brazo político de los Botín y Prisa, y que si contamos los años que han gobernado desde última constitución, ganan abrumadoramente a los otros partidos –y sabemos que si fueran un partido realmente incómodo para la oligarquía, ni hubieran podido llegar al poder, ni muchos menos les hubieran tolerado que mandaran durante tantos lustros.

Entonces, como los hombres de fe son especialmente refractarios a los disidentes, pasan a la descalificación ad hominen recurriendo al argumento político que esgrimen los que no tienen capacidad para argumentar políticamente: la falacia del “silogismo de la falsa identidad”, o sea, eres contrario al PSOE, el PP es contrario al PSOE, eres del PP. O quieres combatir la pobreza, los comunistas quieren combatir la pobreza, salud camarada. O, por qué no, Katty Perry es vegetariana, Hitler era vegetariano, no dejen que Katty Perry se acerque a un arma.

Y así, con estas dialécticas, hemos llegado al hoyo donde estamos. No conciben que entre la Pepsi y la Coca-Cola elijas el zumo de naranja. Para el partidario del bipartidismo, si no se está con uno se está con otro. Y estar con otro es lo más grave que puede suceder y además se pierde el derecho a ser un interlocutor legítimo.

Sin embargo –siempre hay un “sin embargo” salvífico- estos planteamientos son caducos ya. Estertores de un régimen que se acaba. Antes de la crisis todavía eran hegemónicos, pero la irrupción de los líderes de como Pablo Iglesias o Albert Rivera lo ha cambiado todo. Hoy los lectores de Ernesto Laclau sabemos que los sujetos políticos no son preexistentes (izquierda-derecha, centro-periferia, católicos-laicos) sino que se construyen sobre la marcha en torno a las demandas (desahuciados frente a la casta, por ejemplo). Incluso si Podemos o Ciudadanos se desmantelaran ahora, han abierto una brecha en el discurso cuarteador social de este régimen, que se ha mantenido treinta años en el poder sembrando vinagre entre los españoles, como diría Julián Marías.

Lo que los afectos al bipartidismo no entienden cuando buscan estigmatizarte como del otro lado, es que ya no hay otro lado. O ya no importa si lo hay. Las encuestas dicen que los votantes con estudios se han desplazado hacia Podemos y Ciudadanos, la gente con preparación niega ya la mayor. Es muy raro encontrar votantes no vergonzantes del PPSOE. El régimen ya ha perdido a lo que García Trevijano llama el “tercio laocrático”, esa tercera parte de la población capaz de pensar y organizarse políticamente. Los hooligans pueden seguir con sus espumarajos, porque los que creemos en la política estamos ya en otra cosa.

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