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(…) Avísame si tienes alguna idea
sobre lo que tengo que hacer el resto de mi vida. Te quiero mucho. Si
quieres puedes escribirme como si estuviera de vacaciones en alguna isla
de Hawái aprendiendo a surfear. Una cosa que hago aquí para facilitarme
las cosas es evadirme con fantasías del tipo que estoy en una película
de Hollywood o en una telecomedia de Michael J. Fox. Invéntate algo y yo
seguiré contenta con el juego. Os quiere. Rachel.
12 de Marzo del 2003, Último correo de Rachel Corrie a su padre desde la franja de Gaza.
Hay
una tendencia actual que básicamente consiste en que los universitarios
occidentales nos enfundamos en un macuto, nos armamos con un lonley
planet, y nos dirigimos con gesto afectado y solemne a los ínferos del
globo demandando experiencias, sintiendo que redimimos la cuna, que
finalmente salvaremos al mundo. Por supuesto pocos consiguen hacerse
rasguños; la mayoría solo volvemos con virus intestinales y un poco más
asustados de lo que salimos.
Sin embargo siempre hay jóvenes que se mueven en el ser y no en el parecer- y se dejan la vida en ello.
Rachel Corrie nació en Washington en 1979 y murió 23 años más tarde, el 16 de Marzo del 2003, bajo un bulldozer israelí que pretendía arrasar un asentamiento palestino.
Dejó un diario que todavía no ha sido traducido al español, Let me stand alone,
lleno de poemas, dibujos y reflexiones. Sus páginas cubren desde su
adolescencia soñadora a la tremenda vida cotidiana, ya al final, como
observadora internacional en la Segunda Intifada. Es el diario, en definitiva, de una chica que crece en cada página, siempre rezumando vida y compromiso.
Let me stand alone
contiene partes conmovedoras por triviales (los celos que tiene de la
nueva novia de su querido Colin, ex novio que imaginamos guapete y
militante, y que se suicidaría poco después de la muerte de Rachel),
meditaciones políticas profundas (analiza del conflicto que vive y de su
relación con Estados Unidos), memorias de viajes (cualquier mochilero
se identificará con sus crónicas de amistades y alcohol en albergues
juveniles), y sobre todo describe a la perfección ese sentimiento de
solidaridad con el Sur, genéticamente cristiano aunque lo neguemos, que
embebe a unos cuantos jóvenes del todo el mundo que han elegido
compartir el camino con los condenados de la tierra. Rachel es un
ejemplo paradigmático y hasta extremo, como lo son los otros
occidentales que murieron en la misma zona por esos días.
Hay mucho de lo mejor del ser humano, la militancia e incluso nuestro tiempo en estas páginas.
Rachel se indigna ante el horror y quiere hacer algo, no esconde la
cabeza. Se siente obligada a hacerlo como americana y privilegiada.
Analiza los problemas y quiere ponerse del lado de los desfavorecidos.
Especificando que no es antisemita ni priva de legitimidad a Israel,
opta por los civiles palestinos. Tiene un sentido moral inflexible,
carente de intelectualismos, que en última instancia se cobrará su vida:
cuando ve que un bulldozer avanzando sobre casas palestinas, corre a
interponerse como escudo humano; no se sabe si el conductor la vio o no,
pero la cuestión es que murió atropellada.
Sus padres siguen
defendiendo la memoria de su hija y hay una fundación que lleva su
nombre, al igual que el barco irlandés con ayuda humanitaria que fue
rebautizado como Mv Rachel Corrie y en el que murieron nueve activistas en Mayo del 2010.
¿Rachel
es un referente de lo que hay que hacer?¿hay que tomarse la vida, la
vida de los otros, tan en serio como ella?¿hay que esconderse en casa
tras el pasaporte o unirse a los desahuciados del globo? La respuesta no
es fácil, y en ningún caso concluyente, pero Rachel Corrie es un ejemplo con el que nuestras conciencias tienen que dialogar.
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