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Estanislao
Zuleta fue un gran pensador colombiano al que la fortuna editorial no ha
sonreído especialmente. En su país es difícil encontrar muchos de sus libros.
Aquí, en España, es directamente imposible y ni siquiera están para consulta en
la Biblioteca Nacional. Afortunadamente los tiempos aceleran que es una
barbaridad y ahora hay algunos libros suyos descargables en pdf en la web de la
Casa del libro. Esto nos anima a hablar de él, con la idea de que tal vez algún
lector quiera acercarse a su obra.
Nacido
en Medellín en 1935 y muerto en Cali en 1990, se esforzó por ser un autor socialmente
útil, es decir, quiso deglutir todo lo posible la cultura de su tiempo para
presentársela inteligible a sus coetáneos. Y cumplió: hay pocos placeres
intelectuales equiparables a acercarse, a través de sus lecciones, a El
Quijote, o a Marx, Freud o Sartre.
Además
de sus exégesis, tiene aportaciones brillantes de intelectual vinculado a los
conflictos de su tiempo y su país. Así, al desgaire, podemos mencionar la
inteligente defensa que hace de la democracia como canalizadora legítima del
conflicto social; la preocupación por un sistema educativo que no enseña a
pensar; su aproximación freudo-marxista-existencialista a la literatura moderna
como crítica ética de la vida cotidiana...
De
vocación socrática, brillaba en oralidad. La mayor parte de sus textos son
transcripciones hechas por amigos y discípulos de sus conferencias. Él escribió
poco, aunque cuando lo hizo, como Elogio de la dificultad, le salieron
libros que todavía hoy podemos leer y releer sin agotarlos (Recomiendo con
vehemencia la lectura de este libro).
En
youtube hay un documental antiguo sobre su vida y obra, y también un reportaje
bastante reciente que quizá es más didáctico.
La
vida de Estanislao Zuleta está más o menos contada en La rebelión de un
burgués. Estanislao Zuleta, su vida de Jorge Vallejo Morillo. Vástago de
una familia rica e ilustrada, siendo un niño perdió a su padre en el mismo
accidente de avión en el que también murió Carlos Gardel. Fue cobijado por el prohombre de
la cultura colombiana, Fernando González, y creció rodeado de intelectuales. A
los 16 años leyó La montaña mágica de Thomas Mann y quedó tan
impresionado que decidió que seguir en el colegio era una pérdida de tiempo.
Visitó Bucarest para un congreso comunista, y de vuelta a casa se hizo
militante del Partido Comunista Colombiano para luego escindirse y formar Estrategia,
un grupo de ideología afín pero más pacífico. Su desencanto con el PCC tuvo que
ver, entre otras cosas, con que le obligaran a casarse con María del Rosario,
una chica de la alta cuna bogotana (es familiar del ex presidente Santos),
porque la dejó embarazada y tal escándalo era malo para la imagen del PCC ante los
indígenas del Sumapaz, a los que instruía como intelectual orgánico, y a los
que querían ganarse para la causa. En los ochenta colaboró con su amigo el
presidente Belisario Betancur en las conversaciones de paz, pero la toma del
Palacio de Justicia por el M-19 lo echó todo a perder y volvió a los libros. En
sus últimos años obtuvo un doctorado honoris causa por la Universidad del
Valle, lo que le permitió enseñar ya sin los problemas previos de quien no
tenía título oficial alguno que colgarse en la solapa. Un segundo divorcio, el
alcoholismo y la situación del país, le llevó a morir de saudade, como
dice Vallejo. Tras pasarse semanas sin dormir, alimentándose de alcohol y
pastillas, tuvo un infarto. Ese día leía a Norberto Nobbio.
Tanto
de La rebelión de un burgués como de los documentales se puede concluir
que no era un hombre fácil. Con su primera mujer y sus primeros hijos fue desalmado.
A María Rosario la convenció de que se prostituyese para purgar sus orígenes
oligárquicos y la pobre señora lo intentó (él, que también era de familia de
abolengo, no se hizo pasar a sí mismo por nada parecido). Con sus primeros hijos,
a los que intentó inculcarles el ideario libertario, fue inflexible y si les
sorprendía viendo la televisión en casa de los vecinos les golpeaba. Luego, con
su segunda mujer, una bellísima adolescente llamada Yolanda, sí fue bueno, y también con la segunda hornada de hijos que ésta le dio (En los vídeos hay un
contraste tal entre los recuerdos que tiene José Zuleta, el primero de sus
hijos, y Morela, la última, consentida y amada, que parecen estar hablando de
un distinto padre).
De
todos los amigos y familiares que pasan por la vida de Zuleta, nos quedamos con
María del Rosario, una mujer entrañable a la que el pensador trato con
crueldad, pero que es capaz de recordar con dolor pero sin bilis. Ella cuenta
cómo fueron, en su rol de intelectuales marxistas de los años sesenta, a tratar
de formar a los campesinos en filosofía, y subieron a la montaña baúles con las
obras de Freud, Sartre y otros similares. Ella se encargó de explicarles a
Hegel: “Por las noches, después de las largas jornadas que tenían los
campesinos, nos reuníamos en la casa campesina donde vivíamos y yo les daba
alguna charla, más que nada sobre Hegel. Los campesinos durmieron a Hegel de
una forma fantástica…”.
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