1.12.16

Diario, de Peter Moen

Imagen: www.lasombradegrumm.blogspot.com.es

Tal vez en tiempos venideros se tendrá la impresión de que la parte de nuestra literatura que menos ha surgido de propósitos literarios es la más vigorosa: todos esos relatos, cartas, diarios que han brotado en las grandes batidas, en los cercos y desolladeros de nuestro mundo. Tal vez en aquellos tiempos futuros se verá que en el De profundis alcanzó el ser humano una hondura que roza los cimientos y que quebranta el fuerte poder de la duda. De esto se sigue la pérdida de la angustia.

En las anotaciones de Peter Moen, que fueron encontradas en el pozo de ventilación de su calabozo, puede verse el modo en que se presenta esa operación, incluso allí donde fracasa; Petter Moen fue un noruego que murió en las cárceles alemanas y del que puede decirse que es un descendiente espiritual de Kierkegard.

La emboscadura. Ernst Jünger

Petter Moen nació en 1901 dentro de una familia de fuertes creencias religiosas. Tras la ocupación nazi de Noruega pasa a coordinar la prensa clandestina. En febrero de 1944 es arrestado y confinado a una celda de aislamiento. Allí se las apaña para escribir su Diario. Lo hacía agujereando con un clavo un rollo de papel higiénico hasta crear letras. Luego arrojaba los textos por el ventilador. En Septiembre es trasladado con otros 400 militantes noruegos a Alemania. El barco en el que van topa con una mina y sólo cinco de ellos sobreviven. Moen no estaba entre ellos, pero sí un amigo que conoce la existencia de los papeles, que tras la guerra son encontrados, descifrados y, en 1949, publicados.

Hay libros que han sido escritos mientras el verdugo afilaba el hacha en el cuarto de al lado. No se puede esperar de ellos trama o estilo, sólo testimonio. La sangre es de verdad. El Diario de Moen es inconexo y su lectura no es grata; conmueve su desnudez. En frases y párrafos cortos, Moen cuenta que la fe que tuvo de niño no ha pasado la prueba del calabozo de la Gestapo. Y le falta coraje, ha delatado a un compañero y se siente un cobarde. Habla de su mujer y de la victoria, de las relaciones con otros presos y la libertad. Es la despedida de un hombre ante el patíbulo.

Pero lo que más llama la atención es la religiosidad existencialista de Moen, como nos señala Jünger. Dios está prácticamente en todas las páginas. Sin embargo casi no es interpelado directamente. Es un monólogo que espera ser leído por sus pares y escuchado in situ por Dios: o sea, lo que de siempre se ha llamado una Confesión, que tal vez hubiera sido un título más adecuado en este caso.

Coda
Existe un equivalente checo a Moen. Julius Fucik era militante del Partido Comunista y fue arrestado, torturado y ejecutado por los alemanes en 1943. Su libro se llama Reportaje a pie de horca, y fue escrito gracias a la ayuda de un guardián de la prisión que de daba papel y lápiz y que finalmente se encargó de salvar los textos. Se nota que el Reportaje está más elaborado. Aquí se nos narra lo que es ser torturado y la inflexibilidad de las convicciones. A Fucik su fe no le ha abandonado, por lo que todo el horror de alguna manera tiene un sentido. No duda que va a ser ejecutado y escribe para la posteridad.

Sus últimas palabras son: El telón se levanta. Hombres: os he amado ¡estad alerta!


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