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Ken Kesey (1935-2001) es un autor muy querido en Oregón, un icono del Estado. Fue biografiado por Tom Wolfe en Acid Test y se convirtió en leyenda. A veces de hecho sus gestas de gurú hippie oscurecen sus méritos literarios. Sin embargo, Alguien voló sobre el nido del cuco
sigue siendo a mi entender una de las novelas más grandes de la
-signifique esto lo que signifique- literatura popular del siglo XX.
En español, que yo sepa, sólo tiene otros dos libros traducidos.
A veces, un gran impulso
es la segunda novela de Ken Kesey y su preferida. Es incomprensible su
orgullo por este desaguisado. La premisa argumental era, sin embargo,
prometedora: una familia de leñadores se niega a seguir a sus compañeros
en una huelga (los esquiroles como héroes) y siguen trabajando a pesar
del boicot al que les someten. Juegan su papel la integridad y el
individualismo. Y todo se echa a perder por una prosa experimental en la
que los narradores van cambiando sin avisar y una sucesión de anécdotas
absurdas que anula toda fluidez. La transcripción cinematográfica de
Paul Newman es sin duda mucho mejor. De hecho la película, aquí llamada Casta invencible,
es una pieza maestra que debería de considerarse un clásico. Está
magníficamente interpretada y tiene unas escenas vibrantes perfectamente
construidas. Además, esa intencionalidad tocanarices que tiene todo el
metraje, con su elogio del esquirol, o sea de la traición, sigue
despertado todavía hoy cierta simpatía incómoda, algo muy difícil de
conseguir.
El tercer libro de Kesey disponible para hispanoparlantes es La caja del diablo,
que es una obra menor y prescindible. Se trata de una “novela de
relatos”, que podríamos decir por no tener un término más apropiado. Hay
un personaje principal, Devlin Deboree, trasunto del propio Kesey, que
vive distintas historias, inconexas, sin más hilo conductor que ser
personaje principal. Cada capítulo cambia de estilo y tono. Se nota que
son relatos independientes que ha cosido como ha podido para poder
venderlo como novela. Además las anécdotas de hippies y rebeldes sin
causa de la Costa Oeste acaban cansando un poco; las hemos visto y leído
ya demasiadas veces.
Ninguno de estos dos libros iguala al pabellón de los locos y su gama de personajes inolvidables.
En Alguien voló sobre el nido de cuco
se construye una magnífica parábola sobre las relaciones de poder, los
diferentes comportamientos ante la opresión, la servidumbre, el
liderazgo y el martirio. La película también es gloriosa, pero la novela
presenta todo con algo más profundidad.
Quizá uno de sus mayores
activos es su misoginia nada disimulada (una vez más, sentimos simpatía
incómoda). Los varones blancos aquí son todos más o menos simpáticos,
mientras que las mujeres que presenta son opresivas y aniquiladoras. De
hecho el único personaje femenino positivo es precisamente la
prostituta. (Podríamos matizar entonces que Kesey no carga contra las
mujeres, si nos más bien contra su moral)
Miss Ratched es la Gran
Enfermera, la gran ama, el demiurgo cruel que destroza hombres libres;
pero es sobre todo una Gran Madre virgen, la castigadora con enormes
senos. Luego está su ayudante, integrista católica que se presenta en
los sueños del jefe indio (que es el narrador) como tormentosa
reprimida.
Y luego está el otro personaje femenino, el más
explícitamente castrador, de breve pero intensa presencia, la madre de
Billy (que en la película solo aparece mencionado).
Billy Bibbit es el tartaja, el aplastado por su madre, que a su vez es amiga de infancia de Miss Ratched.
El diálogo madre-hijo no tiene desperdicio y suena trágicamente mediterráneo:
Billy hablaba de buscarse una esposa y de ir algún día a la
universidad. Su madre le hacía cosquillas con el vilano y se reía de
esas tonterías.
-Pero cariño, aun te queda mucho tiempo para pensar en eso.
Tienes toda la vida por delante.
-Madre ¡tengo t-t-t-treinta años!
-Cariño, ¿parezco acaso la madre de un hombre de mediana edad?
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