3.6.17

Manifiesto por un Madrid Distrito Capital


Nos estamos deslizando hacia un mundo cuántico desde instituciones decimonónicas. El desastre está garantizado ¿Qué es toda esta maquinaria dispuesta para evitar que seamos sujetos a la altura de los tiempos?¿De dónde viene este caduco pensamiento binario que nos hace ser partícipes de nuestro propio sometimiento? Un Estado dentro de globalidad todavía parece necesario, pero ¿para qué más políticos, más instituciones de las estrictamente necesarias?¿por qué tantas botas pateando nuestra cara?
 
Benedict Anderson, el gran estudioso y desmitificador del nacionalismo, cuenta en su imprescindible Comunidades imaginarias que las unidades administrativas, por muy artificiales que sean al principio, terminan provocando cierta sensación de pertenencia, de patria.

Tal vez eso explica cómo ha podido filiar a seis millones de ciudadanos, a los que nada aporta, este absurdo y oneroso engendro llamado Comunidad Autónoma de Madrid. Un tinglado político que nos presentan como realidad inamovible y sin la que no podríamos vivir, pero que es de hecho de reciente invención: se constituyó en 1983. En los más de mil años de existencia de la ciudad de Madrid, o en los casi doscientos de la provincia, jamás ha habido un autogobierno aquí - y no nos había ido mal, por cierto.

¿A quién beneficia este nuevo régimen localista?¿para qué sirve?¿por qué no podríamos ser un Distrito Capital -MADRID D.C.- directamente vinculado al Gobierno de España, que aunque suele estar dirigido por ineptos, es el único que legítimamente puede administrar este cruce de identidades que es el territorio de Madrid?¿por qué duplicar las incompetencias si con una basta y sobra?¿por qué no votar directamente al Delegado del Gobierno y que nos represente en Moncloa, en lugar de elegir a un “presidente” autonómico con su propia corte, su propia burocracia y sus propios dispensarios de prebendas?

La CAM es el departamento de relaciones públicas del cártel del ladrillo, la sala de juntas de las élites extractivas, el Plan B de los que no han podido medrar en sitios mejores. Solo eso. En todos estos años no ha hecho nada por la educación, el bienestar o el desarrollo tecnológico; nada al menos que no hubiera podido hacer el Estado por menos dinero. La CAM solo es un desorbitado sobrecosto, un impuesto revolucionario clientelista sin el que nos ahorraríamos miles de millones de euros cada año.

Como las encomiendas y el caciquismo, las comunidades autónomas son la representación en el siglo XXI de la tradicional hostilidad española a la racionalidad económica. Aquí lo importante no es que la economía funcione, si no las necesidades de las oligarquías, que en nuestro país han sido siempre especialmente mediocres y cortos de miras. De ahí su sempiterna oposición a la idea de un mercado nacional unificado, dinámico y competitivo.

Para mantener la desestructura económica fomentan una superestructura social cainita que la valide. Solo hay que escucharles. No utilizan argumentos racionales para justificar sus satrapías, porque no los hay, únicamente chantajismos emocionales. Es la nauseabunda estrategia legitimadora de la casta política española: cuartear la solidaridad con paralogismos que encrespen el alma del debate político, siempre los “hunos contra los hotros”, si dices tal eres de cual, porque los de cual siempre dicen tal, y por ello no debemos mirarte a la cara. Buscan emponzoñar a la ciudadanía futbolizando sus afectos, hacernos detestar al vecino, que es nuestro igual, y culparle de nuestras desdichas. Todo en aras a un proyecto sistémico para torpedear en España la existencia de una sociedad civil fuerte y cohesionada, una que se niegue a compartir pancartas con sus explotadores, una con fuerza para afirmar NOSOTROS DECIMOS BASTA.

Por supuesto, los serviles utilizaran esta estrategia contra quien disiente de la CAM, y lo tienen fácil porque aquí la mayoría o hemos nacido fuera o lo han hecho nuestros padres. Por eso podrían intentar reprocharnos nuestra condición forastera para desacreditarnos y decirnos que si no nos gusta la autonomía que nos vayamos, que no amamos suficiente al terruño. Bien podemos recordarles que no necesitamos ganarnos el derecho a vivir en esta provincia, y menos la libertad para opinar sobre su política ¡No ha nacido quien pueda taparnos la boca! Aquí no hacemos juramentos de fe nacionalista: Madrid es tierra abierta y con vocación global, permeable e individualista, no toleramos guiones encorsetadores sobre lo que significa ser madrileño. No los ha habido nunca y no vamos a permitir que los haya ahora.

Tenemos que estar alerta, militantemente alerta, con esos intentos de importar modelos de convivencia extraños a Madrid que buscan establecer ciudadanos de primera y de segunda basándose en la oriundez. Estamos viendo cómo la CAM y sus gravosos medios de comunicación intentan emular modelos periféricos de adhesión basados en culpar a inmigrantes u a otras regiones españolas de la desaceleración económica. En España los políticos controlan tres cuartas partes de la economía. Si ésta no funciona ellos son los responsables, no el campesino o el hermano de ultramar. Y ojo también con el castellanismo de colmillo izquierdo que no casualmente está ruidoso últimamente: defienden una identidad impostada para nuestra provincia, además de excluyente. Madrid nunca ha sido castellana más que geográficamente.

El patriotismo no es el último refugio de los canallas, es su primer sustento. Cuando alguien que usa coche oficial pide lealtad a la tierra y a sus instituciones, hay que darse por desvalijado. Pueden ahorrarse sus ripios y lágrimas. No nos conmueven. No nos asustan. Podemos vivir sin ellos. La Provincia de Madrid sería mucho mejor sin la Autonomía ¡Desarticulémosla!

¡La Comunidad Autónoma de Madrid es cara, pesebrista y retardataria para el progreso económico y social!¡Exigimos su disolución!
MADRID DISTRITO CAPITAL.

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