10.6.17

El libro contra la muerte, de Elias Canetti


Elias Canetti (1905-1994) es célebre y difundido, sin embargo no ha entrado en el olimpo de los grandes literatos del siglo XX a pesar de tener un Premio Nobel. Sus libros autobiográficos son buenos, los de aforismos se leen con gusto, y su opus sociológico Masa y poder tiene momentos sublimes a pesar de ser un texto bastante irregular. En general es un autor que escribe muy bien pero sus ideas son menos brillantes de lo que él se cree. Queda poco poso tras la lectura; es mejor escritor que intelectual. Si no se diera tantos aires de cargar con el peso del mundo sobre sus espaldas sería menos grandilocuente y más agradable, cercano a otros autores como Zweig o Joseph Roth, con los que comparte orígenes, siglo y desdichas.  

Una perseverancia temática en sus obras, y la más sobresaliente,  es el odio a la muerte. Su literatura pasa por distintas etapas, cultiva distintos géneros y habla de mil asuntos, pero a lo que no concede respiro en todos sus libros es a las diatribas contra la finitud humana. Es su sello personal.

Es sabido que en todas las religiones y civilizaciones la muerte se consideraba como la culminación de la existencia, y su presencia estaba normalizada en la vida colectiva. Con la Modernidad se fue apartando de la vida cotidiana y hoy está totalmente “reprimida” en el sentido freudiano. Ya ni siquiera es preciso el luto en los funerales, que se tratan de banalizar como si fueran un evento social más.

Por eso las admoniciones de Canetti resultan revitalizantes e inolvidables. Odia la muerte de cualquier persona, y odia toda narrativa que la dulcifique u omita. No hay mucho que hacer ante el fallecimiento de nuestros semejantes o el sabernos mortales, pero tampoco hay que callarse.  Él se cruza de brazos y con gesto gruñón dice que no quiere morirse ni que se muera nadie. Y que todo aquél que hable de líricos viajes finales o redentores reencuentros con divinidades le parece un impresentable y un cobarde. No hay paz posible con la expiración, aceptarla es perder la dignidad.

Proyectó toda su vida escribir un libro contra la muerte. Sin embargo no lo llegó a hacer. Ahora, con los bocetos y apuntes que preparó para ello, y recortando fragmentos de su obra publicada, sus editores han cosido El libro contra la muerte. Nos es propiamente el libro imaginado por Canetti, pero le hace justicia. Son casi cuatrocientas páginas de hermosa bilis existencial contra el horror máximo de la condición humana; una sucesión de aforismos y textos breves, epatantes algunos, flojos otros, pero aulladores todos.

Toda la idea que subyace en las páginas es un imposible: un mundo en que el ser humano no muera. La cuestión es que la ciencia empieza a musitar que tal vez eso sea posible algún día. Seguramente investigar cómo alargar la vida, o plantearse un futuro en que los cuerpos caduquen pero las mentes se conecten a redes digitales planetarias para ser eternas, es algo que a nuestro autor le hubiera gustado.

Las últimas páginas de El libro se corresponden con la primera guerra del Golfo, que Canetti vivió con singular amargura. Son demasiado circunstanciales y contradicen el tono del resto del libro, pero resultan igualmente interesantes. No oculta que querría ver a Sadam muerto, le parece un nuevo Hitler. Cree en la pena capital contra los asesinos para salvar a la humanidad, en ejecutar a los criminales para que la diferencia entre el bien y el mal, entre la culpabilidad y la inocencia, estén claras.

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