1.7.17

Porno cigüeña




La pornografía es un fenómeno social que con la llegada de Internet se ha hecho abrumador. Es difícil encontrar a alguien sexualmente despierto que no la mire de vez en cuando. Es objeto de estudio por parte de muchos investigadores sociales, entre los que hay cierta unanimidad a la hora de denunciarla como "misógina", "hertero-patriacal" y "degradante". Se considera que es un territorio donde los hombres, rabiosos al haber sido privados de sus privilegios históricos, se resarcen viendo cómo se humilla a las actrices. Aunque las estadísticas -y nuestras amigas- lo desmienten, se nos dice que solo el público masculino la consume. Las mujeres, se supone, cierran los ojos sulfuradas ante la primera aparición de un pene.

Como respuesta a este porno generalista ha surgido otro supuestamente femenino. Es un porno del tipo del de Erika Lust, hecho en teoría por mujeres y para mujeres. Frente a la “normatividad machista” del porno, estas creadoras defienden otra "normatividad", la del porno que sí debe gustar a las mujeres de bien.

Estas nuevas películas por lo general muestran los mismos clichés que las pelis porno de toda la vida. Sale en fontanero cachas, la jovencita estupenda curiosa, la otra jovencita estupenda bisexual, y la anécdota intrascendente que desencadena el acto sexual. De hecho la gente que sale en este porno trabaja igualmente en el otro, y es que en muchos aspectos no cambia gran cosa.

Quizá la mayor diferencia es el montaje.

La pornografía se define por ser el género cinematográfico que menos recurre a la elipsis, ya que muestra explícitamente lo que en el cine comercial solo se insinúa o se obvia con metáforas. La pornografía autodenominada femenina, empero, sí narra con elipsis. Hay dormitorios vaporosos, rostros extasiados por el placer, y sábanas siempre limpias; pero casi no hay primeros planos de genitales interactuando, ni mucho menos de eyaculaciones. En este porno nada se mancha, los cuerpos solo se frotan y sabemos que hay coito porque suena musiquita de violines. Es un porno hermosísimo, sensibilísimo y tolerable para la mujer contemporánea, que según parece, no está interesada por el sexo en sí, solo por las emociones que lo rodean. 

Es tan aséptico, sútil y dulcificador, tan con el tópico de insinuar pero no mostrar, que bien pudiera ser coherente con el cuento de la cigüeña trayendo niños desde París: es todo tan paradójicamente asexual y candoroso que nada de lo que vemos parece contradecirlo. Es más, si viéramos estas películas desde el desconocimiento, hasta nos parecería lógico que al final apareciera el pajarraco con el bebé colgando de la boca.

¿Tiene sentido que la pornografía dirigida a mujeres sea tan infantilizadora, casi apta para menores de edad?¿quién determina que si una chica ve una película de Nacho Vidal o Shasha Grey deslumbrada por lo que son y hacen estas personas, es una traidora a su género?¿por qué a ellas lo que les tiene que interesar son las representaciones y los circunloquios, nunca el mero coito?¿No es una nueva forma de meterse a orientar la sexualidad femenina, culpabilizándola si se sale de ciertos esquemas limitantes?
Pontificar que la pornografía generalista degrada a las mujeres es degradar a las mujeres a las que le gusta, hacer que se avergüenzen de su sexualidad. O sea, es la misma matraca que padecen desde el origen de los tiempos.

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