Los
prestigios intelectuales suben y bajan, se desordenan, a veces se volatilizan y
luego reaparecen cuando menos se los espera. Günter Anders, por ejemplo, nunca
ha gozado de especial reconocimiento y su obra fue prácticamente desconocida hasta
hace poco en el mundo hispánico. Sin
embargo su antropología para la era tecnológica está llena de ideas
estimulantes y conceptos iluminadores. Murió en 1992 y no pudo reflexionar
sobre muchas de las cuestiones específicas con las que lidiamos hoy en día,
pero sin duda supo cartografiar lo que suponía vivir en una época donde el
desarrollo tecnológico parece haberse desbocado sin que haya ya quien lo
embride.
Una
de las muchas propuestas interesantes que
presenta es la del “desfase prometeico”. Para Anders los seres humanos ya no
tienen capacidad para entender lo que sucede. Exhiben una carencia cognitiva
tal que no pueden si quiera imaginar y representarse las consecuencias de su
abrumador poder tecnológico. Hoy por hoy no hay ciencia que pueda explicar la
radicalidad de los cambios porque de hecho no hay habilidad corpórea,
sensitiva, que pueda asimilarlos. No somos lo suficientemente inteligentes, o
no estamos genéticamente preparados para ello. Nos mecemos en un progreso acelerado en el que
somos realmente objetos, nunca ya sujetos.
Este
pesimismo, que por supuesto podría discutirse, viene a las mientes leyendo Lo posthumano de Rosi Braidotti (Gedisa Editorial).
Según
la contraportada del libro la autora dirige el Centro para las Humanidades de
la Universidad de Utrecht. Quizá esto
explique algunas cosas. El libro pretende revelarnos lo que es lo posthumano y lo que éste puede aportar
sociopolíticamente al mundo actual, sin planearse que a éste le quedan dos
telediarios.
La
primera mitad del libro es una sucesión de referencias a pensadores y
corrientes que todos los diletantes conocemos y que sabemos que hay que citar
para prestigiar cualquier texto filosófico: que si Deleuze, que si teoría
postcolonial, que si vainas por el estilo.
Establece
de hecho un hilo entre el “antihumanismo” postestructuralista y el posthumanismo
actual. Para ella “en el contexto histórico actual la noción modernista de
inhumano se ha transformado en un conjunto de prácticas posthumanas y
postantropocéntricas” (pág 131). Hay que tener un serio complejo de autoimportancia
para pensar que cuatro filósofos de la French Theory hayan podido sentar las
bases de la cosmovisión posthumana, obviando que ha llegado por unas transformaciones
científicas sorpresivas, no por reflexiones en la academia.
Braidotti
habla de izquierda y derecha, neoliberalismo y cuestiones de género, y lo
orienta todo hacia el futuro. Es decir, utiliza un lenguaje del siglo XX para
descifrar algo que ya no tiene nada que ver con todo aquello y que seguramente
carezca de sentido en el mundo por venir. Ella, como la profesora de
humanidades que es, quiere construir un “relato” que mitigue el desconcierto; aspira a encontrar una explicación lenitiva para salir al paso, no entender
científicamente, si acaso eso pudiera ser posible.
Pero
nada cuadra. El posthumanismo no es un “significado vacío” a lo Laclau que podamos
convertir en un arma del anticapitalismo o la socialdemocracia, no es panacea
de nada; es la palabra que utilizamos para designar algo que difícilmente
podemos descifrar y que sucederá en un mundo que apenas podemos intuir. El
posthumanismo no puede ser feminista, por ejemplo, porque cuando llegue a su
pleamar ya no habrá sexos (o eso es lo que promete hoy, al menos).
En
la segunda mitad del libro la autora parece ser consciente de que va por un camino
errado y empieza a referenciar científicos, pocos, pero en seguida desiste;
parece claro que no sabe nada de nanotecnología o inteligencia artificial, y
entonces vuelve a alimentarse del lastre epistemológico que es a menudo la jerigonza
filosófica.
En
el último capítulo se plantea el lugar de las humanidades en todo este asunto.
Concluye que “Las ciencias humanas posthumanas (sic) pueden crear y desarrollar
una nueva serie de narrativas sobre la dimensión planetaria de la humanidad
globalizada” (pág 193) Lo que sin duda suena a derrota asumida. Se limita a
reconocer que solo nos queda la lírica, el storytelling.
El
“desfase prometico” del que hablamos al principio necesita de una nueva ciencia
interdisciplinar que desde el principio renuncie a tener voluntad de ficción. Crear nuevos
conceptos, nuevas epistemologías. Igual habría que recurrir a las máquinas
para que nos ayuden a pensar, ya que sabemos que para comprender hay que
dominar algoritmos y datos a una velocidad imposible para nosotros. O igual hay
que asumir que no entenderemos jamás, quién sabe.
Lo que desde luego está claro es que para tantear al futuro necesitamos pensadores que hagan filosofía de la tecnología seria como Anders. Lo que nos sobra es nos hagan ideología.
1 comentario:
Tienes razón, que instrumentos y que coordenados usamos y seguimos, para entender lo medico,cuando sea genético y los tratamientos,cambios en esas cadenas solo calculables informaticamente, o lo digital o la ingeniería de materiales.
Volveremos a una especie de artesanía del saber cada uno descifrando el lenguaje de su maquina profesional y solo ese,especializando nuestro saber y sin ninguna idea de conjunto mas objetos que sujetos.
Nos quedaran los vínculos entre nosotros como nuestro material de cogitacion romántica ¿o tampoco?
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