8.1.18

Materiales para una crítica del futbolismo II

Eugenio Noel nació en Madrid en 1885 y murió en Barcelona en 1936. Seguidor de Joaquín Costa, consagró su vida a las campañas anti flamencas, en las que incluía como simbióticos el cante y los toros, ambos igualmente responsables para él del retraso español. Fue el único ensayista hasta entonces que dedicó su obra a combatir las corridas, lo que le llevó a la fama y a los hospitales, ya que no era raro que los aficionados de apalearan tras alguna conferencia. Sus libros, olvidados hoy, no resultan sobresalientes pero sí merecedores de mejor fortuna editorial.  Lo que es indudable es su presencia capital en la cultura española del primer tercio del siglo. Unamuno y Azorín le escribieron y escribieron sobre él; Ortega le consideraba, según cuenta el propio Noel en su Diario, uno de los grandes escritores de su generación, y tal vez era verdad porque Ortega medió para que Espasa publicara dos de sus libros.

Las arengas anti taurinas fueron perdiendo eco en vida del propio Noel; pero como nos recuerda Rosario Cambria en su imprescindible Los Toros: tema polémico en el ensayo español del siglo XX, Noel tuvo unos años, sobre todo en la década de los diez, de prevalencia absoluta en la polémica taurina. Un ambiente intelectual fervorosamente antitaruino que no pudo dejar indiferente a nadie del gremio, donde presumir de afición era algo así como hacerlo de halitosis.

O sea, que hasta mediados del siglo XX, los toros provocaban en los intelectuales indiferencia o rechazo, y solo una minoría se dedicó a ensalzarlos. Después perdieron interés, pues ya no son un fenómeno de masas (en la actualidad solo el 7% de los españoles de reconoce seguidor de la Fiesta).

El gran opiáceo pasó a ser el fútbol.

El fútbol es un ejemplo nítido de cultura populista, que nada tiene que ver con la cultura popular: no surge del pueblo, como los toros que llevan siglos de arraigo y son sin duda cultura popular aunque no nos guste reconocerlo. El fútbol, al contrario, nace de decretos y políticas estatales concretas para hacer de algo venido del Inglaterra, en muy poco tiempo, una supuesta "cultura popular" española. No hay duda de que sin la maquinaria político-mediática, el fútbol, que ni siquiera es rentable económicamente, no hubiera podido llegar a España y  hoy no tendría la audiencia que tiene.

El fútbol llegó antes, pero con el franquismo se movilizaron grandes esfuerzos para homogeneizar los gustos de las masas. Auparon al el deporte rey y fomentaron rivalidades entre equipos para canalizar las tensiones regionales. El panorama futbolero actual es creación directa del régimen anterior  (Recomiendo leer Franquismo y fútbol de Duncan Shaw, donde se explican la disposiciones de Fraga y otros para imponer el fútbol).

La respuesta de los intelectuales fue al principio la misma que ante los toros: indiferencia y rechazo, dejando solo para una minoría populista y neoromántica las vindicaciones. Se asumía, con toda la razón, que la dictadura utilizaba el fútbol para aborregar a un pueblo sometido.

Sin embargo en la actualidad lo que prevalece entre los creadores de opinión y escribientes es una aclamación sistemática y acrítica del espectáculo (y eso que ahora hay muchas más retransmisiones que antes). No hay ningún personaje público que quiera hablar por los millones de españoles a los que el fútbol no nos importa ni lo más mínimo -o incluso nos disgusta- y cuando sucede, como en el caso de Sánchez Dragó, se atribuye la disidencia a una excentricidad suya, cuando hace unas décadas lo excéntrico era defender el fútbol.

Pero hoy lo guay no es solo defender el fútbol, sino hacerlo desde el nivel más bajo. Cuando Pérez de Ayala escribía elogios de los toros, lo hacía con belleza y profundidad. Aunque creamos que los intelectuales no deberían legitimar la escabechina de la plaza, por lo menos le reconocemos talento. Pero lo alucinante de las columnas de Javier Marías o las procacidades de David Gistau, es que hablan de fútbol como lo haría un hooligan -y además cobran por ello.

¿Dónde radica el problema?¿Por qué no hay en nuestro tiempo un Eugenio Noel que lance campañas antifutboleras, cuando es evidente que el futbolismo es uno de los mayores problemas sociales de la actualidad, y que mientras no sea encarado -o por lo menos pensado- no habrá recuperación nacional posible?

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