Voy en el metro.
Veo seres confusos y prescindibles
envueltos en símbolos de un equipo de fútbol. No sabía que había partido.
Son pocos y no le doy
importancia. Sigo sentado con un libro, ignorando que cada vez se van subiendo
más de estos alegres primates con derecho a voto.
De repente, ya en la parada
del estadio grande ése de Castellana, me rodean tres de ellos, jóvenes y
agresivos, tremolando banderas y bufandas.
-¡Eh tú!¿Qué lees?-me
interpela el que asumo debe de ser el macho alpha.
-A Ortega- balbuceo
nervioso.
-¿Qué eso?- me pregunta
asqueado.
-¡Pues Ortega y Gasset,
claro!- respondo casi ofendido.
Los primates se miran entre
sí incrédulos.
El macho alpha parece no
haber obtenido la reacción esperada de sus coprimates y me inquiere:
-¿Eso es una persona o dos?
Me río pensando que es una
broma. Pero como mi interlocutor se queda serio, e intuyo que puedo perder los
dientes en cuestión de segundos, le explico que es el apellido compuesto de un
filósofo.
-¿¡Un filósofo!?- se
altera-; ¿¡Un filósofo!? ¿pero tú eres hippie o qué?
-No hombre...-reniego
asustado.
El metro se detiene. Hemos
llegado a una parada que no es la mía.
Pasa un sempiterno segundo.
Oigo la señal y me lanzo a la salida, esperando que se cierren las puertas a mi
espalda, sin mirar si me siguen o no estos exponentes de la barbarie
postmoderna
No noto martillazos en el
pescuezo, así que no me siguen.
Igual les he dejado
consternados con mi libro. A mí ellos me han dejado sencillamente aterrado.
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