4.2.19

domingo


Voy en el metro.
Veo seres confusos y prescindibles envueltos en símbolos de un equipo de fútbol. No sabía que había partido.
Son pocos y no le doy importancia. Sigo sentado con un libro, ignorando que cada vez se van subiendo más de estos alegres primates con derecho a voto.
De repente, ya en la parada del estadio grande ése de Castellana, me rodean tres de ellos, jóvenes y agresivos, tremolando banderas y bufandas.
-¡Eh tú!¿Qué lees?-me interpela el que asumo debe de ser el macho alpha.
-A Ortega- balbuceo nervioso.
-¿Qué eso?- me pregunta asqueado.
-¡Pues Ortega y Gasset, claro!- respondo casi ofendido.
Los primates se miran entre sí incrédulos.
El macho alpha parece no haber obtenido la reacción esperada de sus coprimates y me inquiere:
-¿Eso es una persona o dos?
Me río pensando que es una broma. Pero como mi interlocutor se queda serio, e intuyo que puedo perder los dientes en cuestión de segundos, le explico que es el apellido compuesto de un filósofo.
-¿¡Un filósofo!?- se altera-; ¿¡Un filósofo!? ¿pero tú eres hippie o qué?
-No hombre...-reniego asustado.
El metro se detiene. Hemos llegado a una parada que no es la mía.
Pasa un sempiterno segundo. Oigo la señal y me lanzo a la salida, esperando que se cierren las puertas a mi espalda, sin mirar si me siguen o no estos exponentes de la barbarie postmoderna
No noto martillazos en el pescuezo, así que no me siguen.
Igual les he dejado consternados con mi libro. A mí ellos me han dejado sencillamente aterrado.

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