El
nuevo mes nos trae la buena noticia de que Anagrama reedita Rastros de Carmín de Greil Marcus. Esta
obra apareció en 1989 y desde entonces han sido multitud de libros los que han
seguido su estela, casi se puede decir que ha inaugurado un género. El
subtítulo reza Una historia secreta del
siglo XX, lo que resulta poco explícito, como seguramente era la intención.
En realidad se trata de una genealogía, por supuesto parcial, de la
contracultura occidental del siglo pasado.
Empieza
con dadaísmo, sigue con el situacionismo y finiquita con el punk; alrededor
orbitan otras trasgresiones y rebeldías. Marcus recibió críticas por cierta
falta de consistencia académica, pero se sobrepone sin problemas por su
coherencia: nadie puede esperar que un autor
que exalta a Johnny Rotten como uno de los grandes virtuosos de nuestra época
se atenga a una exquisita epistemología.
Entre
una erudición y talento expositivo abrumador, se intercalan referencias
elogiosas a Loca academia de policía 2
o se establece un paralelismo entre el Minima
Moralia de Theodor Adorno y las letras de los Sex Pistols. Y todo funciona.
Rastros de carmín es un gran gesto de
desprecio con el dedo medio a la alta cultura. Sus propuestas estéticas quedan
claras; los artistas subterráneos salen a la luz y ya nunca los olvidaremos.
Leído
de joven puede muy bien convertirse en un libro amigo; una lectura vigorizante
que encauza hacia un interés por la cultura bastante loable. Pero igual siendo
ya más creciditos y menos vehementes vemos ciertos puntos flacos que no nos
acaban de convencer. Marcus habla del nihilismo y de la imposibilidad de
encontrarle salida. Ninguna de las corrientes que expone logran crear un
sentido alternativo o superar de alguna manera la modernidad; se quedan en el
grito. Y gritar mucho acaba agotando.
Juan
José Sebreli es un filósofo argentino del que hemos hablado aquí. Tiene una
serie de libros en los que sostiene que la modernidad ha sido liberadora y la
defiende de los ataques que se le hacen desde la política, la filosofía o la
religión. En uno de los libros, Las
aventuras de la vanguardia (2002), se centra en radiografiar con gran tino las
vanguardias artísticas que abominan de nuestra era sin ser capaces de ofrecer
otra cosa que irracionalidad, desesperación y totalitarismos. No consta que
leyera a Marcus, pero pareciera que ambos discuten. Sebreli también habla de explosiones
de creatividad que surgen desde la modernidad para anatemizar su líquido
amniótico. Sin embargo, acierta más al subrayar que el arte abstracto, la
música atonal, o el rock industrial serían imposibles en cualquier otro momento
y lugar.
La
protesta entra en bucle y nos lleva a destinos peores que los puntos de
partida. El arte que vive a la contra permanente tampoco acaba de convencer, o
peor, convence de infamias. Estaría bien exigirle más responsabilidad a la hora
de disparar sus armas.
O
quizá, claro, es que sencillamente nos hemos hecho mayores y ya no nos gustan
los ruidos innecesarios.
1 comentario:
¿ Hacerse mayores es encontrar el lado bueno a mas y mas asuntos? ¿ tener menos necesidad de romper juguetes, de hacer ruido? Me gustaría que fuera así para todos, y que miráramos a los cachorros,incluido el que fuimos, con cariñosa condescendencia. Volver a leer lo ya leído con otra perspectiva, como ejercicio de redescubrimiento del entorno y de nuestra tripa,una propuesta seductora.Empezar por lo mas amado,un ejercicio de valor.Acepto el reto y lo agradezco
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