1.4.19

jueves

La postmodernidad no siempre es mala; con su obsesión por desentrañar el fondo lingüístico de las ideologías ha dejado sin fundamento a las “historias patrias”. Hayden White y compañía han demostrado que éstas se escriben utilizando tropos y narrativas propias de la ficción, que dan un sentido (o un final feliz) al relato para legitimar el presente.

(O sea, cuando alguien nos cuenta la historia de un país o una región irredenta, no es baladí que lo haga de tal manera que suena a un episodio de Star Wars: años de opresión, buenos contra malos, líder mesiánico, caída, sacrifico y redención, confeti y nueva testa coronada). 

1 comentario:

Anónimo dijo...

Cuando fui a la boda de uno de mis primos en el corazon de Euskalerria ,bailaron un aurresku,tocaron un cuerno de cabea y aullaron un irrinchi,la novia iba de blanco,claro igual que en una boda ronga a la que fui a orillas del Limpopo,quiero decir que ademas de compartir relatos, compartimos ritos y el musmo terapeuta ocupacional.No pasa nada el sagrado localismo es uni de nuestros paradigmas,habea que comer calzots y disfrutarlo.