2.8.19

En defensa de la Ilustración, de Steven Pinker


Steven Pinker es un psicólogo cognitivo canadiense que está teniendo bastante éxito de ventas con sus libros. En concreto en español se acaban de reeditar con buen lustre tres de los más célebres: La tabla rasa, Los ángeles que llevamos dentro  y En defensa de la Ilustración. El primero es un estudio sobre la condición humana en el que sostiene que la genética es determinante, o sea, que no todo es culturización y circunstancias; en el segundo demuestra que la humanidad se está volviendo cada vez menos violenta; y el tercero se resume bien en su muy diciente título.
Influido por el sociólogo Norbert Elias, Pinker está convencido de que la civilización humana avanza hacia mejor. Es un optimista social. En concreto, en En defensa de la Ilustración dispara toda una batería de datos y argumentaciones difícilmente refutables con los que certifica que la vida humana es mucho mejor ahora que hace cien, quinientos o mil años.  Vivimos más tiempo, con más salud, nos asesinamos menos, nos respetamos más, la democracia tiende a imponerse... sobre todo desde una serie de cambios radicales en la mentalidad humana que empezaron a darse en el siglo XVIII y que conocemos como Ilustración.
Para quien se ha formado en la filosofía todo esto resulta chocante. En este mundillo estamos acostumbrados a las salmodias heideggerianas, que aseveran que seríamos más auténticos regresando a las señales de humo para comunicarnos, porque lo de los Iphones es una ordinariez; o qué decir de las quejas marxistas, con eso de que el capitalismo (aquí también defendido como fuente de prosperidad) es muy malo y nos hace perversos.
Y la Ilustración por supuesto es impugnada habitualmente como antesala de totalitarismo, el colonialismo y las congestiones de tráfico, sin que nunca se planteen alternativas, entregándose sin batallar al idealismo alemán, esa urticaria nacionalista que le salió al cosmopolitismo ilustrado.

De todas las frases subrayables de este libro, y son muchas, nos quedamos con unas que aparecen en la introducción, casi como advertencia: “(...) demostraré que esta lúgubre evaluación de la situación actual del mundo es falsa. Y no solo es un poco falsa, sino completamente falsa -como decir que la tierra es plana-, falsa a más no poder”.
Sin duda comparar el pesimismo de los filósofos sobre la situación actual con el terraplanismo es todo un hallazgo. Porque es cierto que los filósofos se parecen cada vez al terraplanistas, ya que sostienen cosas tan absurdas, tan contrarias a la realidad y al sentido común, que ya solo habitan  en sus propias taifas de frikis a los que nadie presta atención.
Pinker evita, y con razón, citar a filósofos, esos vendedores de llantos, y estos le han respondido con su soberbio desdén, que es lo que hacen cuando no saben qué decir. Pero con este autor queda claro, una vez más, que para empezar a entender el mundo hay que alejarse de la filosofía. 

1 comentario:

anonimo dijo...

He estado oyendo sus conferencias, el uso que hace de los datos, con una interpretación que parece verdadera por lo simple: dar el cambio de la cantidad absoluta a la proporción y así lo que parce mas resulta ser menos.Sea como sea, sin compartir su optimismo de que cantidad es calidad,pensando que salen unos males y entran otros, si comparto su empacho de pesimismo y su apuesta por la medida,el arbitraje y el pacto.Su:si somomos como somos, prefiramos llegar a acuerdos, a que nos hagan angeles obedeciendo, su reconocimiento de la ciencia como el mas idóneo instrumento de conocer,su defensa de la razón ilustrada frente a la idealización narcisista, y su fe en el progreso.Chirría un poco su imagen tan de publicidad demócrata a lo Macron,Clinton y Corte Ingles.No somos felices, pero si estamos mas sanos y comemos mejor,al menos mas.