4.11.19

jueves


A nuestra edad la especie se escinde en dos tribus cada vez más impermeables entre sí, la de los que tienen hijos y la de los que no.
Aunque seguramente sería más feliz entre seres estériles, estoy atrapado en el mundo de los papis risueños que se reúnen en los parques y se ametrallan con consejos para evitar la gripe.
Hoy se presenta un nuevo bebé y tengo que ir a celebrarlo.
Me citan en la Plaza de Prosperidad. Por fin ha empezado el frío y caminar por Madrid deja de ser un tormento de sed y sudores.
Toño ha sido padre. Llego y le veo sonriente. Le rodean una docena de miembros de la asociación. Hay buen ambiente.
Toño me abraza y agradece mi visita. Le doy el regalo, un sonajero con la cara de Goffy.
En el centro de la comitiva, en un carrito algo deshilachado, está el bebé.
-¿Cómo se llama el recién llegado?-, pregunto.
-Zoe-, responde Toño con amabilidad.
Veo que tiene un gorro rosa.
-¡Ah!¡Qué bien, es una niña!
Se hace el silencio. Toño me mira algo incómodo y responde:
-No vamos a darle una identidad sexual por el momento. Le hemos llamado Zoe por ser un nombre neutro. Ya elegirá en su momento si quiere ponerse etiquetas.
Una señora con vestido morado y pelo verde que está a su espalda asiente orgullosa.
Me empieza a sobrar el abrigo.
-Pero…¿nació con pene o vagina?-, pregunto algo cortante.
-Órgano masculino. Sí. Al principio me decepcionó. Luego lo hablé con mi compañera y decidimos que no teníamos que criarlo como a un hombre, como parte del problema. Así que Zoe va a crecer si género definido.
Miro al niño y me hundo en un sentimiento de piedad infinita.
Entre los congregados está Nicasio que, como es habitual, sonríe mientras sus ojos transpiran desavenencia. Felicito de nuevo a Toño con sonrisa impostada y voy hacia Nicasio.
Nos damos la mano, intercambiamos alguna banalidad, y pronto pasamos a hablar de temas laborales, ese pequeño reducto que nos une y nos separa del resto.
Más tarde, ya solo, de vuelta a casa, bajando por López de Hoyos, rodeado de ladrillo y polución, me parece estar ante el final de una era.
No me intranquiliza especialmente.

1 comentario:

anonimo dijo...

En esto de las cermonias gregarias ,cada edad tiene las suyas, y yo he ido a un mercadillo navideño,que no es para celebrar el viaje a Belen para empadronarse, si no para obtener fondos y explicar a los niños del cole,como salvarse de la violencia de genero.La madre de varoncito, que le saca siete pies al marido, le explica a una amiga, que aunque su contrario se ponga cachondo con las caricias y los juegos preparatorios, ella para el jolgorio cuando lo decide, porque no es no, y la penetracion no siempres es el final, es muy falocratico eso. La otra parece tomar nota.En las visitas a los belenes del barrio a las que me arrastraba mi catoliquisima madre por estas fechas,cuando era niña,una parroquina le explico un dia que ella no tenia mas hijos porque siempre le dolia la cabeza ¿ comprendes? y sonrio. La guerra de los sexos esta mas igualada de lo que pensamos, si nosotros no asignamos lo haran los amigos o las aplicaciones ,si sufre mucho se hara trans.Si es el fin de una epoca y el principio de otra, como siempre.El dessexuado,niño sera victima de las brillantes ideas de sus padres, como todos nosotros.