11.11.19

jueves


Escucho una vez más la canción del grupo manchego Surfin bichos, Gente abollada. Habla de personas cerrando bares, solitarias y adictas, bordeando la locura. El estribillo dice “gente abollada, luces en la ciudad”, y se intercala entre descripciones de personajes concretos abatidos en lugares que huelen a orín y derrota.     
Describe líricamente una realidad y por ello amplia mi horizonte expresivo.
Más de una vez me la he tarareado al ver por la mañana los residuos andantes de la noche madrileña.
Algo que sería imposible en inglés. Dented people, city lights”, dice mi traductor de Google. Eso nunca que me hubiera emocionado, casi ninguna canción en un idioma que no dominamos puede servir a nuestra formación sentimental.
La imposición de canciones inglés hace que nos perdamos cierta poética que nos vendría bien. Los cantantes podrían tener algo de educadores; ayudarnos a poner en palabras lo que pensamos, lo que vemos, lo que nos duele. En Estados Unidos y Reino Unido sucede, pero allí escuchan las canciones en su idioma.
Además es grotesco. Guachu guachu. Nuestras abuelas eran esos seres ridículos que caminaban con velas en procesión recitando el rosario. Nosotros los que íbamos a homilías rockeras a gritar guachu guachu, ¡guachuuuu!

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