19.12.19

martes


Hay dos maneras de narrar un hecho, una Espectacular y otra Real.
La Espectacular recurre a la elipsis, como en el cine, y se centra en los momentos álgidos y con aura de excepcionalidad.
La Real, empero, no obvia lo sucio, desmitificador e incluso aburrido que tiene todo lo que ha acontecido.
No son nada más que dos maneras de narrar un mismo suceso y por lo tanto ambas son legítimas.
Vamos a ilustrar este argumento con un ejemplo reciente.
No hace muchos días, los tres simpáticos personajes ya conocidos por todos nosotros, el Charlie, Nicasio y el tal Juan, estaban anclados en un herrumbroso bar de la Elipa, algo beodos y como siempre rijosos, pretendiéndose masculinos y sin embargo interesantes, cuando el Charlie, tras darle un largo sorbo a la cerveza, anunció bien alto:
-¡Anoche me follé a una modelo!
Nicasio, ya saben, el que va de intelectual, empezó a dar botes en la silla y a balbucear algo así como “¡cuenta, cuenta!”, mientras el tal Juan daba golpes en la mesa y exclamaba con gesto simiesco “¡muy grande, tío, muy grande!”     
¿Qué provocó tal reacción?
Sin duda la frase “Anoche me follé a una modelo”, paradigma de proposición Espectacular.
¿Era acaso mentira?
No. Charlie tuvo la noche anterior un encuentro de carácter sexual con una mujer que en algún momento de su vida trabajó como modelo publicitaria.
Sin embargo, en la versión Real, Charlie habría tomado un largo sorbo de cerveza y habría explicado a continuación:      
-Anoche Susi, la vecina que fue modelo en los años setenta y que por lo tanto tiene edad para ser mi madre, volvía a casa, borracha como de costumbre, cuando me la encontré en las escaleras. Me vio y dijo, “oh un hombre”, y se abalanzó sobre mí. A los pocos minutos, justo cuando yo pensaba que estaba siendo un semental, se quedó dormida. Esta mañana, resacosa y con voz de estertor, ha venido a mi sótano y dubitativa me ha preguntado que si yo fui el de las escaleras, y que si lo fui, que si había visto su colgante porque no lo encuentra. Sí, no. “Ah, pues vaya espero que no se entere mi hombre, él me regaló el colgante”. Y se ha ido.
Sabemos, por la mirada esquiva de Charlie y por su negativa a “entrar en detalles”, que él mismo tenía serios reparos sobre la manera de narrar los hechos. Y si no fuera por el jolgorio reinante y el afecto que le dispensaban sus amigos, incluso sospechamos que en su fuero interno se sentía solo y triste.
¿Qué podemos aprender de esta anécdota?
Pues que a veces necesitamos de la narración Espectacular, esa que habla del brillo y no de la aspereza, del querer ser y no del ser, porque la narración Real a menudo no es más que monotonía y desamparo, y de eso ya tenemos todos demasiado en nuestras vidas.  

1 comentario:

Anónimo dijo...

Perfecto el diagnostico,define una forma de estar en el mundo:atisvando detras del telon.Entre el deseo de disfrutar la mentira publicitaria, y el contacto real estan el tiempo y el dinero.La representacion no oculta a los actores que se quieren.Se quieren los hombres de la barra unidos por los años y el aburrimiento,se quieren Susi y Charly unidos por el alcohol y la soledad,se quieren Susy su chico, unidos por el colgante.Las imagenes del deseo son muy bellas, pero sentimentales como somos, nos conmueven mas las de nuestras miserias.En el bar nos contamos las dos y con suerte nos reimos de nosotros mismos.Con suerte nos queremospor nuestra cara sucia.