1.12.19

miércoles


Pablo es un vecino de la Ventilla del que llevaba años sin saber nada. Me encuentra por Facebook y, no sin cierta apatía por mi parte, me cita en el Rodilla de Plaza de Castilla.  El tipo ahora es barrigón y calvo, tiene aire frailuno. Viene con americana y corbata, emocionado, y me abraza y me pregunta por mis aventuras exteriores. Me dice que se ha casado y que tiene un hijo de un año, al que por supuesto ya ha hecho socio del Atleti, y que vende seguros.

Caigo en su interés por verme: quiere que me haga un seguro de vida.

Le digo que lo siento, que estoy sin dinero. Entonces se relaja y se pone a hablar de política, ametrallándome con tópicos. Luego pasa a las mujeres, que sin son todas unas no sé qué y les gusta hacer no sé cuantos. Remata con los inmigrantes, que han venido a aprovecharse de nuestras supuestas ventajas sociales y que habría que echarlos sin contemplaciones.

Si todos fuéramos como Pablo los humanos seguiríamos en las cavernas.

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