El Charlie tenía
grandes planes para nosotros. Íbamos a envejecer nuestra amistad en bares
herrumbrosos, a dejarnos desplumar por prostitutas a las que triplicáramos la
edad, a conocer famosos en clínicas de rehabilitación y, finalmente
desahuciados y solos, compartiríamos los últimos alientos en alguna residencia
de ancianos cutre pero con enfermeras solícitas.
Pero ahora el Charlie
ve el nacimiento de mi hija como una impertinencia injustificable; se siente
traicionado. Le toca repensarse el futuro o buscar nuevo compañero de
desdichas.
Cuando quedamos, cada
vez menos, todo es tensión. Por supuesto, nunca hemos hablado de lo que sucede.
1 comentario:
Creo entender que la mirada que uno dirige a las mujeres y lo que espera de ellas, lo cambia radicalmente tener una hija y que es una gran suerte.OJala Charli tenga una experiencia asi y la disfrute antes de llegar a la residencia
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