Hoy
es dieciséis de Agosto y Nicasio, Charlie y yo celebramos un año más el
natalicio de Bukowski.
Nos
hemos puesto bermudas y unas camisas retro setenteras. Intentamos fumar aunque resultamos
patéticos por las toses. Recitamos versos de su poesía y tratamos de
reconstruir diálogos de sus novelas. Solo hemos desayunado cerveza y al medio
día ya vamos medio bolingas. Maldecimos,
gesticulamos y caminamos como haría él. Nos sentimos inmersos en su literatura.
El
plan es ir a la hípica a perder dinero en las apuestas.
A
Eva, la hermana pequeña de Nicasio, le divierte vernos hacer el ridículo y nos
acompaña.
Nicasio
sabe que siempre nos hemos querido acostar con su hermana. De ahí ese gesto
biliar, esa mueca de insulto contenido que exhibe de vez en cuando. En su
defensa hay que decir que ni Charlie ni yo somos precisamente buenos partidos.
Eva
conduce y llegamos al hipódromo de La Zarzuela. Ninguno habíamos estado antes y
comprobamos que no se parece al hipódromo de Los Ángeles, que no conocemos pero
que sabemos que es sublime por los libros de Bukowski.
El
de aquí sin embargo es un poco ricachón de variante hortera, una especie de
club social para quienes no se pueden permitir un verdadero club social. No
vemos a los perdedores orgullosos, a los borrachines geniales o a las musas
afligidas que tendrían que poblar el recinto. Hay más bien españoles medios;
gente aseada y alegre.
Pero
nos han dejado entrar a pesar nuestras pintas y eso ya es bastante.
Apostamos
al azar por un caballo llamado Púlsar, y desde las gradas vemos que llega el
último.
Nicasio
es el único que quiere seguir apostando y aprovechamos que se va para
bukowskear con su hermana.
-Querría
derramar ginebra sobre tu cuerpo para lamerlo - le dice Charlie.
-Pero
quedaría toda pegajosa -responde ella con mueca de desagrado.
-Solo
soy feliz cuando escucho a Brahms -declamo yo probando algo más lírico.
-No
me gusta el glam-rock -me replica con sorna.
Es
evidente que Eva es demasiado sobria y equilibrada como para ser una de las
mujeres locas que amamos en la obra de Bukowski, pero nos traído en su coche y
de alguna manera parece querernos.
Cuando
Nicasio vuelve vemos que se tambalea un poco. Quizá es el que más se ha
impregnado del espíritu etílico del día. Anuncia que ha apostado por un caballo
llamado ¡Linda Lee!
-¡Linda
Lee! -repetimos Charlie y yo al unísono.
-¡Linda
Lee! Como la última novia de Bukoswki -matizo yo luego para que Eva, que mira
escéptica, sepa de qué hablamos.
Empieza
la carrera y desde el principio queda claro que Linda Lee es una campeona. Solo
a media vuelta pierde por unos segundos el primer puesto, pero en seguida se
recupera y saca varios metros de distancia al grupo. Su victoria es
arrolladora.
Gritamos,
nos abrazos, celebramos. Somos los únicos en las gradas que parecen así de
contentos. Cuando vamos a cobrar lo que esperábamos iba a ser una modesta suma,
resulta que son dos mil euros. Nadie creía en Linda Lee y eso incrementa el premio.
Perplejos, aceptamos una parte en un cheque y otra en vales para dentro de la
Hípica.
Nos
compramos una ropa más en sintonía con el lugar en la tienda oficial. También
aprovechamos para sacarnos el abono de temporada.
Vamos
a uno de los restaurantes lujosísimos que hay; nos dan una buena mesa y el camarero
parece ser auténticamente amable con nosotros. Pedimos platos que no sabemos
muy bien que son y disfrutamos de un magnífico almuerzo tardío. Con tanta
comida se nos baja ya lo que quedaba de alcohol en nuestras venas.
Paseando
al atardecer vemos que están haciendo fotografías a grupos de socios. Un señor
con aspecto de directivo se fija en nosotros; sonríe y nos invita a formar
parte del álbum anual. Nos unimos encantados. Cuando acaba la sesión el mismo
directivo hace las veces de buen anfitrión y nos presenta a los otros socios.
Hay buena química y nos meten en el grupo de wasapp. Uno de los tipos resulta
ser diseñador gráfico y se compromete a ayudar a Eva a encontrar trabajo. Una
señora dice ser de una fundación y le ha interesado el proyecto de Nicasio, así
que valora financiarlo. Charlie desaparece a los cinco minutos con dos modelos
de una marca de relojes. Y Amelia una de las socias, joven y guapa, se despide
de mí diciendo que no dude en escribirle por privado si quiero acompañarla el
domingo que viene en la grada vip; le juro que me interesa su oferta.
Al
anochecer, Eva nos lleva a cada a uno a nuestra casa. En el coche creo que
Nicasio, Charlie y yo pensamos lo mismo, que no ha sido finalmente un día muy
bukowskiano, pero que nada que alegar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario