13.2.20

jueves


Hoy es dieciséis de Agosto y Nicasio, Charlie y yo celebramos un año más el natalicio de Bukowski.
Nos hemos puesto bermudas y unas camisas retro setenteras. Intentamos fumar aunque resultamos patéticos por las toses. Recitamos versos de su poesía y tratamos de reconstruir diálogos de sus novelas. Solo hemos desayunado cerveza y al medio día ya vamos medio bolingas.  Maldecimos, gesticulamos y caminamos como haría él. Nos sentimos inmersos en su literatura.
El plan es ir a la hípica a perder dinero en las apuestas.
A Eva, la hermana pequeña de Nicasio, le divierte vernos hacer el ridículo y nos acompaña.
Nicasio sabe que siempre nos hemos querido acostar con su hermana. De ahí ese gesto biliar, esa mueca de insulto contenido que exhibe de vez en cuando. En su defensa hay que decir que ni Charlie ni yo somos precisamente buenos partidos.
Eva conduce y llegamos al hipódromo de La Zarzuela. Ninguno habíamos estado antes y comprobamos que no se parece al hipódromo de Los Ángeles, que no conocemos pero que sabemos que es sublime por los libros de Bukowski.
El de aquí sin embargo es un poco ricachón de variante hortera, una especie de club social para quienes no se pueden permitir un verdadero club social. No vemos a los perdedores orgullosos, a los borrachines geniales o a las musas afligidas que tendrían que poblar el recinto. Hay más bien españoles medios; gente aseada y alegre.
Pero nos han dejado entrar a pesar nuestras pintas y eso ya es bastante.
Apostamos al azar por un caballo llamado Púlsar, y desde las gradas vemos que llega el último.
Nicasio es el único que quiere seguir apostando y aprovechamos que se va para bukowskear con su hermana.
-Querría derramar ginebra sobre tu cuerpo para lamerlo - le dice Charlie.
-Pero quedaría toda pegajosa -responde ella con mueca de desagrado.
-Solo soy feliz cuando escucho a Brahms -declamo yo probando algo más lírico.
-No me gusta el glam-rock -me replica con sorna.
Es evidente que Eva es demasiado sobria y equilibrada como para ser una de las mujeres locas que amamos en la obra de Bukowski, pero nos traído en su coche y de alguna manera parece querernos.
Cuando Nicasio vuelve vemos que se tambalea un poco. Quizá es el que más se ha impregnado del espíritu etílico del día. Anuncia que ha apostado por un caballo llamado ¡Linda Lee!
-¡Linda Lee! -repetimos Charlie y yo al unísono.
-¡Linda Lee! Como la última novia de Bukoswki -matizo yo luego para que Eva, que mira escéptica, sepa de qué hablamos.
Empieza la carrera y desde el principio queda claro que Linda Lee es una campeona. Solo a media vuelta pierde por unos segundos el primer puesto, pero en seguida se recupera y saca varios metros de distancia al grupo. Su victoria es arrolladora.
Gritamos, nos abrazos, celebramos. Somos los únicos en las gradas que parecen así de contentos. Cuando vamos a cobrar lo que esperábamos iba a ser una modesta suma, resulta que son dos mil euros. Nadie creía en Linda Lee y eso incrementa el premio. Perplejos, aceptamos una parte en un cheque y otra en vales para dentro de la Hípica.
Nos compramos una ropa más en sintonía con el lugar en la tienda oficial. También aprovechamos para sacarnos el abono de temporada.
Vamos a uno de los restaurantes lujosísimos que hay; nos dan una buena mesa y el camarero parece ser auténticamente amable con nosotros. Pedimos platos que no sabemos muy bien que son y disfrutamos de un magnífico almuerzo tardío. Con tanta comida se nos baja ya lo que quedaba de alcohol en nuestras venas.
Paseando al atardecer vemos que están haciendo fotografías a grupos de socios. Un señor con aspecto de directivo se fija en nosotros; sonríe y nos invita a formar parte del álbum anual. Nos unimos encantados. Cuando acaba la sesión el mismo directivo hace las veces de buen anfitrión y nos presenta a los otros socios. Hay buena química y nos meten en el grupo de wasapp. Uno de los tipos resulta ser diseñador gráfico y se compromete a ayudar a Eva a encontrar trabajo. Una señora dice ser de una fundación y le ha interesado el proyecto de Nicasio, así que valora financiarlo. Charlie desaparece a los cinco minutos con dos modelos de una marca de relojes. Y Amelia una de las socias, joven y guapa, se despide de mí diciendo que no dude en escribirle por privado si quiero acompañarla el domingo que viene en la grada vip; le juro que me interesa su oferta.
Al anochecer, Eva nos lleva a cada a uno a nuestra casa. En el coche creo que Nicasio, Charlie y yo pensamos lo mismo, que no ha sido finalmente un día muy bukowskiano, pero que nada que alegar.

No hay comentarios: