En estos días crepusculares ha
pasado desapercibido el fallecimiento el pasado 8 de marzo de Luis Racionero, un
ensayista casi siempre interesante que llevaba varias décadas publicando. Sus intereses
se orientaban hacia el urbanismo, el arte, la política y las religiones.
Al contrario que sus coetáneos, Racionero
no bebió de fuentes continentales, o si lo hizo le dieron arcadas, y su formación fue
principalmente anglosajona. En su estupendo Memorias de California cuenta
su periplo como estudiante en Berkley en los años sesenta, donde se impregnó de
todo el hippismo ambiental. La impronta lisérgica y heterodoxa que le dejó aquella
experiencia transita por todas sus obras. No es un autor que se regodeé en
jerigonza postestructuralista o hegeliana, sino que cita, y nos descubre así, a
autores como Alan Watts o Lewis Mumford, menos conocidos por estos lares, y lo
hace escribiendo claramente y con vocación divulgativa. Hasta en su claridad
expositiva parece norteamericano.
En los años setenta, ya de vuelta a
España, fue uno de los pensadores ácratas del momento, perteneciente a ese
movimiento libertario patrio que nadie esperaba que resucitara, pero que lo
hizo con brillantez y pujanza durante unos pocos años, hasta que se reorganizaron
las hegemonías en los años ochenta y quedó de nuevo orillado. El responsable de
la icónica revista Ajoblanco, Pepe Ribas, convierte a Racionero en uno de
los protagonistas de su imprescindible libro de memorias Los 70 a destajo.
Racionero escribió mucho, demasiado,
y no todos sus libros son recomendables. Pero desde luego hay pequeños clásicos
en su bibliografía. Uno que está publicado en bolsillo por Anagrama y es fácil
de conseguir es Filosofías del underground, finalista del premio de
ensayo de la misma editorial en 1976.
Es un libro muy de su época, cuando
jóvenes como él mismo empezaban a aburrirse tanto del tardofranquismo como de
sus ortodoxos opositores de obediencia soviética, y buscaron en la anarquía un
respiro frente a tanto dogmatismo. En este caso, además, no una anarquía de raigambre
hispana (casi no hay citas a autores españoles), sino en una que mira al Oriente
desde California
Hay tres partes, y en cada una se
desarrolla un tema determinado. En la primera, “Individualistas” se rastrea a autores
que defendieron formas de libertarismo no colectivistas. En la segunda, “Orientales”,
se desgranan maestros y tropos del pensamiento oriental tal y cómo ha llegado a
Occidente. La tercera y más interesante, en nuestra opinión, es “Psicodelias”,
donde aborda el tema de las drogas alucinógenas, que como dice, en sí mismo
eran solo una puerta de entrada a nuevas formas de percepción, hasta que los gobiernos
se metieron en medio y lo convirtieron en un mierdero de locura y crimen. Concretamente,
el capítulo “El dogma de la inmaculada concepción”, tiene algo de texto definitivo
en su materia.
Para Racionero, que en su obra
mantiene una crítica feroz hacia el Estado y hacia los intelectuales progres,
el movimiento hippie fue la única revolución verdaderamente pacífica y optimista
del siglo XX, y no cayó por su propia ineptitud, como las de los totalitarismos,
sino que fue derrotada desde los poderes represivos occidentales, que infiltraron
agentes y envenenaron las drogas que circulaban por las calles.
Leyendo a este autor uno no puede evitar
plantearse lo que hubiera sucedido con un poco más de perseverancia, o de buena
suerte.
Filosofías del underground es un pequeño gran texto
divulgativo apasionante de por sí, pero también porque hay que leerlo con papel
y lápiz, para ir apuntando el torrente de gurús, psiconautas, y filósofos varios
que nos va presentando y de los que nos deja con ganas de saber más.
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