13.7.21

Manifiesto redneck, de Jim Goad

 

Jim Goad (n. 1961) es un escritor norteamericano que no parece el mejor de las personas. Es más, si una décima parte de lo que se cuenta en su perfil de Wikipedia es cierto, podríamos calificarle sin miramientos como abyecta escoria humana. Pero lo que nos trae aquí no es su lamentable desempeño vital sino su primer y potentísimo libro, el Manifiesto redneck.

Este libro-sismógrafo se publicó en Estados Unidos en 1997 y sólo recientemente ha aparecido en nuestro idioma. Este lapso de tiempo sin embargo sirve para que comprobemos cuánto del terremoto político que predecía se ha ido convirtiendo en una realidad social innegable. Y si bien los que ni somos estadounidenses ni vivimos allí tendríamos que tener más cuidado a la hora de opinar sobre la política de allí, podemos ratificar que por lo que cuentan los noticieros que Goad acierta. Y es más, traducir muchos de sus vaticinios al devenir de nuestro propio país.

El Manifiesto es un grito de cólera contra la omnipresencia de los temas raciales en los medios de comunicación. Goad sostiene que eso no es más que una cortina de humo para evitar la verdadera dialéctica política, que es la de las clases sociales. Estados Unidos no se divide entre negros y blancos, sino entre ricos y pobres. Los redneck, la basura blanca, los paletos blancos maltratados son lumpen a los que encima les acusa de ostentar un “privilegio blanco”. No son solamente explotados económicamente, son además la clase social más vilipendiada, ridiculizada y culpabilizada de crímenes históricos en los que no tuvieron parte ni beneficio.

Goad sueña con blancos pobres y negros pobres haciéndose conscientes de que les une la dificultad para llegar a fin de mes, y actuando en consecuencia.

Según la contraportada de la magnífica edición de Dirty Works, hasta el gran Chuck Palahniuk celebra el estilo de Goad. Hay que decir que el tipo escribe fenomenalmente bien. Son casi cuatrocientas páginas de adrenalina y frases inolvidables. Se nota que ha leído mucho y que sabe argumentar. Y desde luego tuvo buen ojo al intuir una rebelión de los blancos de clase baja contra lo “políticamente correcto” -lo “ideológicamente estreñido”, como dice él- cuando votaron en masa, en dos elecciones seguidas, por alguien como Trump, cuyo principal logro fue ser unánime anatemizado por las élites progres urbanas.

Aquellos fueron votos-peineta de gente muy cabreada. Ahora los que dirigen el cotarro pueden intentar comprender el origen de tanto rencor, y tratar de mitigarlo, o puede seguir metiéndole el dedo en el ojo todos los días la clase trabajadora desahuciada por el proceso de desindustrialización, hasta que vuelvan a saltar.

Entonces sabremos si Trump originó el terremoto, o por el contrario lo contuvo temporalmente.


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