29.4.16

Rosendo, loco por incordiar


Rivas tiene algo de evasión para capitalinos a punto de explotar. Está conectado por Metro con Madrid, tiene buenas instalaciones deportivas, sanatorios, y hasta un centro comercial con cines y un Starbucks. Pero también, a diez minutos andando de la zona antigua, hay un bonito pantano con peces y pájaros de colores.

Es otro poblado mesetario del sur reconvertido en ciudad prótesis de Madrid, perfecto para quien trabaje en la metrópolis pero guste de vivir en casa unifamiliar con jardín –y por supuesto no quiera prescindir de los privilegios urbanos ni sea partidario de la inevitable endogamia de los auténticos pueblos manchegos.

Sin embargo, aun con toda su cordialidad y belleza, hay algo en Rivas que no deja de ser inquietante: el nombre de sus calles y lugares públicos. Calle de Almudena Grandes, de Rosa Montero, de Juan José Millás… y Centro Cultural Pilar Bardem, Auditorio Miguel Ríos…Esta localidad aparece entonces un epifenómeno del régimen actual. Muchas arterias y edificios tienen nombres de faranduleros sin más valía que su obediencia política y una filiación sin fisuras a lo que se ha venido a llamar la Cultura de la Transición.

Lo que nos lleva a preguntarnos: ¿quién decide los nombres de las calles? ¿y no tienen derecho a veto los tributados, todos vivos e incordiando? Es decir, cuando a Pilar Bardem le llega la notificación de que van a poner su nombre a un centro cultural ¿carece de facultad de agradecerlo pero sugerir afectuosamente el nombre de otras personas que lo ameritan mucho más? Cuando a Juan José Millás le dicen que una vía llevará su apellido ¿no es de hombre de bien reconocer que es absurdo, que habiendo tantos autores buenos pero ignorados, sería bueno aprovechar la ocasión para reivindicarlos?

El lameculismo sectario de las autoridades municipales y narcisismo autocomplaciente de estas celebridades se antoja entonces como algo mezquino, fatuo. Da un poco de asco.

Hoy empero hemos amanecido con una noticia revitalizante, un contrapunto. Rosendo Mercado, el célebre roquero, ha rechazado amablemente que se le construya un monumento en su querido Carabanchel, argumentando que hay asuntos más importantes en los que gastar dinero público. Rosendo, además lo ha hecho con una nota ¡escrita a mano!, sin grandilocuencias. O este señor tiene tanto ego que se permite ser así de displicente o es un tipo humilde y genial, de esos que es un regalo tener como amigos.
Nos inclinamos por la segunda opción.

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