3.5.16

Equus en Arte y desmayo

www.arteydesmayo.com

Arte y desmayo es una de esas inúmeras salas de teatro alternativo que perseveran en el paisaje cultural madrileño sin hacer mucho ruido, pero con cierta estela de trabajo continuado y bien hecho. Están en Madrid, Carabanchel, en Baleares 14, una calle agónica y secundaria. La sala es modesta pero bastante bien organizada, aunque la puerta de entrada cae directamente sobre el escenario, lo que no deja de ser llevaderamente incómodo. Cuentan ya más de cincuenta representaciones de Equus, todo un hito en mundo teatral capitalino.

La obra fue escrita por el dramaturgo inglés Peter Shaffer y representada originalmente en Londres en 1973; tuvo un gran éxito que luego se reprodujo en los distintos países a los que se trasladó. Hubo hasta adaptación cinematográfica. A España llegó en 1975, y tuvo especial repercusión en su momento, ya que incluye los desnudos finales del chico y la chica protagonistas. Anécdota aparte, que además es nimia, ya que al menos en esta versión se oscurece el escenario sin dejar mucha genitalidad a la vista, la obra es interesante y bien desarrollada.

Cuenta la historia, supuestamente real, de un adolescente que fue internado en un psiquiátrico tras haber cegado a varios caballos. A partir de ahí se inicia un develamiento mutuo entre el chico y el psiquiatra encargado del caso, que quiere entender las motivaciones de semejante crueldad. Gradualmente, mediante escenas retrospectivas y la aparición de personajes secundarios, acabamos entendiendo qué impulsó el acto. El psicoanálisis y los movimientos de los sesenta están muy presentes entre las líneas de los diálogos, ya que  hay una refutación constante a la herencia occidental, tanto a la cristiana que encarna la madre del chico, como a cientifismo moderno que habla por boca del padre.

Y más centrándonos en esta versión, lo que vemos sobre el escenario de Arte y desmayo es todo correcto. Los actores, cuando aparecen simulado ser caballos, cumplen sobradamente, y ahí era difícil no caer en lo grotesco; cuando interpretan a los personajes secundarios están creíbles. El psiquiatra y el paciente, la pareja protagonista, están soberbios; el médico mejor, más contenido, el adolescente resulta a ratos demasiado inaguantable, imposibilitando la empatía, como si al actor se le hubiera ido de las manos.

Solo hay una objeción de peso que ponerle a esta adaptación, por lo demás formidable: su intento de actualizar el texto mediante accesorios externos de nuestra época. Abundan los móviles, las referencias a Internet y la música es tecno. Nada de eso queda natural en el texto y aparece como pegotes. Los diálogos y la trama rezuman años sesenta y setenta. En ese contexto encajan, en la actualidad no. Por ejemplo, hay un momento en que la chica sugiere ir a un cine porno. Y el chico dice que eso se puede ver en internet, pero aun así van, y además luego se dan cuenta de que el padre de él está entre la audiencia ¿No queda todo un poco falso?¿Quién va hoy por hoy a esos cines, si hubiere todavía alguno, cuando hay internet? Manteniendo un montaje menos actual, más como en el original, ubicando la historia en su momento, hubiera ganado autenticidad.

Pero sobre todo el tema de fondo no es creíble para una historia de nuestro tiempo. La represión sexual y el sentimiento de pecado no son mayoritariamente nuestros infiernos, no es en lo que el grueso de la sociedad haya su desasosiego. Solo es una minoría la que hoy se puede sentir así, por lo que estos personajes no adquieren la representatividad que se pretende. Shaffer hizo muy bien al buscar una situación límite (maltrato equino) para hablar de las entrañas de su época, no de la nuestra; hubiera sido mejor haber respetado eso.
Aun así, el Equus de la sala Arte y desmayo es de lo mejor que hay en los escenarios madrileños hoy.      

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