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Les propongo un experimento. Cuando alguien de su entorno admita que
va a votar a Rajoy, respóndale con un sencillo y neutro: “Tienes lo que
te mereces”. Nuestro interlocutor se sentirá recriminado, ofendido, tal
vez nos amenace con un sopapo. Bien. Eso es lo que queremos probar: si
alguno de sus votantes tuviera la más mínima convicción de que el
Presidente es un buen candidato y que nuestras vidas son mejores gracias
al él, deberían recibir nuestra frase como un elogio y sacar pecho,
asintiendo orgullosos con un enfático “¡En efecto!”.
Pero sabemos que no va a ser así. De hecho la mitad de los votantes del PP preferirían que Rajoy se hiciera a un lado.
O sea, que solo tres millones de españoles, de los más de cuarenta que
somos, creen que debería de repetir. Eso no hay cuerpo social que lo
aguante. Escasean los precedentes históricos en los que un
candidato tan mal valorado y que aglutina tanta desconfianza por parte
de su propio electorado vaya a tener éxito en unas elecciones.
Y sin
embargo es lo que va a suceder.
Tras una legislatura en
que se ha demostrado que la corrupción es sistémica, en la que no se ha
efectuado ni una sola reforma institucional a pesar de tener la mayoría
absoluta, en la que la camadilla del poder ha terminado descuartizando a
su propio partido por intereses personalistas ¿Cómo puede ser que su
máximo responsable vaya a volver a ganar las elecciones? Sabemos gracias
a las estadísticas sociológicas que los votantes del PP son los de más
edad y menos estudios, también los que tienen un perfil menos urbano.
Pero eso no explica lo que ocurre, ya que no es que voten engañados por
su falta de formación pensando que este caballero sea la pera limonera.
No. Le votan sabiendo que es un mediocre que pasa del país y que solo
aspira a salvar su chiringuito ¿Por qué?
Seguramente por culpa de la izquierda. Varios millones de españoles van a elegir a alguien en quien no creen, o incluso desprecian, solo para que nuestros progres no vuelvan al poder. Todos estos años injuriando a la religión, mancillando innecesariamente los valores de la ciudadanía más conservadora, han hecho mella. Decía Julián Marías que las gentes toleran las transformaciones políticas, incluso las más profundas, pero no que les invadan sus sistemas sociales, que les hagan sentirse expulsadas de sus formas de vida. Si la izquierda y su corte de juglares orgánicos se limitaran a defender el bienestar social y fomentar una educación al nivel europeo, o incluso en llevar al país hacia sendas republicanas, es probable que no consiguieran movilizar el voto derechista al punto en que lo hacen ahora con sus provocaciones pequeño burguesas y agitprop. Millones de personas –que seguramente no son las más sofisticadas, eso nadie lo niega- se sienten agredidas por un colectivo ideológico que no pierde oportunidad de meterles el dedo en el ojo. Y en consecuencia se atrincheran en su voto pase lo que pase.
Pongo ejemplos: Con la
cantidad de problemas reales que hay ¿lo de desnudarse en una iglesia
era una prioridad nacional? Para lo único que ha servido ha sido para
agraviar a millones de católicos que viven su fe libremente en privado,
sin militancias, y predisponerlos contra quienes consideran responsables
del acto. O la Memoria Histórica, ¿no hay otra manera de curar las
heridas de los vencidos en la Guerra Civil que insultando la memoria de
las familias de la otra mitad?¿Era tan difícil plantearlo como un acto
de reconciliación? O sobre el antiespañolismo rancio, ¿es necesario
denostar los símbolos patrios que la mayoría de españoles consideran
propios sin especial entusiasmo, pero que en cambio les molesta que se
injurien gratuitamente?¿Hacía falta tildar al himno de “fachoso”? ... y
así podemos seguir enumerando casos hasta el hartazgo.
Mientras que desde las instituciones que controlan los socialistas, o desde los medios de comunicación voceros de los podemitas, se entienda por hacer política el dedicarse a enrabietar a diario y sin motivo a las señoras que rezan el rosario y a los señores refractarios a las postmodernidades varias -es decir, a media España-, Rajoy será imbatible.
Porque la cuestión no es conseguir que estos voten usando la cabeza,
que no va a pasar ya, pero que por lo menos no voten a la defensiva, que
no consideren que la supervivencia del mundo en el que habitan dependa
de sus papeletas. O sea, que el 26 de Junio se queden en casa.
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