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José Luis Villacañas (Úbeda, España, 1955) es un prestigioso catedrático de filosofía
que ejerce su magisterio en la Universidad Complutense de Madrid.
Carismático y cordial, el entusiasmo que despierta entre sus alumnos es
sobradamente conocido en los círculos académicos. Además publica con una
exuberancia insultante, cultivando todos los géneros concebibles, como
la poesía, la historia y la novela. Sus obras más recientes son, por
citar a vuelapluma entre las docenas posibles, Historia del poder político en España o Teología política imperial y comunidad de salvación cristiana.
El martes estuvo en La Morada, el club social para usos varios de Podemos en Madrid. Allí presentó su penúltimo libro, Populismo, que está escrito en diálogo con esta ideología que los intelectuales podemitas ondean como propia.
El inicio del evento coincidió con lo más crudo del crudo chaparrón de
la tarde, lo que sin duda mermó la asistencia, que fue numerosa, pero no
tan apabullante como se esperaba debido a la presencia adicional de los
otros conferenciantes que figuraban junto al invitado principal: Iñigo Errejón, Clara Serra y Germán Cano.
Afortunadamente ya está en youtube, y con buena calidad.
Villacañas es lo que en tiempos se llamaba un compañero de viaje, pero desde luego no lo es al uso. Ni Populismo,
ni lo que sostuvo en el coloquio, ni en general lo que defiende en sus
libros, casa bien con el discurso oficial de Podemos; sin embargo a
nadie se le puede escapar el afecto y respeto que le mostraron en la
tribuna, así como la altura intelectual que hubo en todo momento.
Si
rastreamos los orígenes del resurgimiento de esta ideología que parecía
argumentativamente muerta, encontramos a Ernesto Laclau, un peronista
recientemente fallecido que escribió La razón populista, un
manual postmoderno de toma del poder. Y aunque Villacañas no lo señala
así, este libro es el epifenómeno del movimiento: da todas una serie de
estrategias y conceptos para reactivar la política de masas, pero no
explica qué hacer al día siguiente de tomar el Palacio de Invierno; es
más, cambiando algunos conceptos, podría ser utilizado por movimientos
nacionalistas o racistas, lo que da la medida de su ambigüedad.
El contrapunto que ofrece el profesor al vago discurso populista es el republicanismo; el republicanismo federal y cívico. Como se vio en la conferencia, y como se lee en Populismo,
cree que el populismo es un objeto de estudio legítimo y un arma
política que no se puede obviar, pero los inconvenientes que encuentra
le imposibilitan sumarse a él. Su insistencia en el efecto péndulo, es decir, lo que sucederá cuando los populistas sean evacuados del poder, es fundamental.
El pueblo es un concepto demasiado gaseoso; además si lo que se
entiende por gobernar es tener un poder centralizado y fuerte, no
pequeños contrapesos repartidos por el país, nada impide que luego los
adversarios gobiernen a discreción al heredar ese mismo poder
centralizado y fuerte.
Errejón responde argumentando bien, pero no
convence. Dice que cuando el péndulo vuelva habrán dejado una nueva
cultura, un nuevo pueblo y una nueva clase intelectual que harán muy
difícil que las cosas vuelvan a estar como estaban. Lo primero que
imaginamos es lo poco que tardaría un poder revanchista, teniendo a su
servicio lo Althusser llamaba “los aparatos ideológicos del Estado”, en
desmantelar uno por uno todos los avances que se hubieran hecho por el
pueblo pero que no tuvieran su correspondiente proyección institucional.
La cuestión es de cualquier manera interesante y crucial: populismo o republicanismo.
Podemos lleva el populismo en en sus venas ¿Le resultaría posible
reorientarse hacia el republicanismo? La apuesta de Villacañas es que
sí. Nosotros no lo sabemos, pero tenemos claro que de ello dependen
muchas cosas en los próximos años.
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