13.10.16

Poder pastoral y Estado del bienestar


Henry Kamen anda diciendo por ahí que la economía española está creciendo no a pesar de que carecemos de gobierno, sino gracias a ello. La gente está moviendo su dinero precisamente porque no hay una administración pelmaza promulgando normativas que nadie entiende y desacelerando así la prosperidad económica, que es lo que el Cotarro acostumbra a hacer de vez en cuando por si la cosa va demasiado bien y hay cambios estructurales que descoyunten así el juego de poderes que se han montado.

El storytelling  oligárquico en España insiste mucho en que sin ellos descenderíamos al averno y nos comeríamos a los ancianos para merendar. Por ello están estoicamente obligados a defender el capitalismo de Estado en el que vivimos, donde el aparato estatal controla directamente el 48% del PIB. Es decir, es una economía abandonada a las prebendas y compadreos entre empresarios y políticos, con un anemiado sector financiero internacional que no llega al 5%.

(Paradógicamente las corporaciones financieras globalizazadas que nos quieren presentar como amenazas a nuestra calidad de vida son de hecho marginales en el horizonte económico nacional; los que realmente juegan con nuestras existencias lo hacen desde despachos oficiales. Aquí nuestras carteras dependen de Rajoy y Florentino Pérez, no de Bill Gates o George Soros; es la situación que hasta Marx consideraba el peor escenario posible: la fusión del poder estatal y el económico).

Se nos dice que es necesario el intervencionismo estatal para que exista el llamado Estado del Bienestar, lo que en parte puede ser cierto, pero se nos miente al justificar así el intervencionismo a priori. Puede entenderse que el Estado cobre impuestos sobre los beneficios del mercado, o sea que intervenga a posteriori para así financiar hospitales y escuelas, pero es inadmisible que se nos traten de convencer de que es necesario que el Estado usurpe de entrada el papel de principal agente económico. La seguridad y protección social de la ciudadanía no requiere que los políticos decidan quién hace negocios y cómo, o peor, que los hagan ellos mismos.

El ejemplo más claro es Irlanda, que aparece en prácticamente todas las listas como el país de economía más liberalizada del mundo y que sin embargo tiene un Estado del Bienestar a la altura del de los escandinavos, como podemos dar razón los miles y miles de españoles que hemos tenido la fortuna de vivir ahí y de disfrutar de sus seguros para el desempleo y ausencia de burocracias varias.

Que las gentes menos favorecidas tengan el respaldo de sus conciudadanos está fuera de duda, que nadie deba de preocuparse por las tarifas del médico a la hora de acudir a él también. Lo que es deleznable es que eso se convierta en la justificación para medrar en todos los ámbitos de la vida social, y que además tengamos que estar agradecidos por ello.

Michel Foucault analizó lo que es el poder y sus argumentos legitimadores. De todas las formas que describió tal vez el más inquietante es el “Poder pastoral” que aparece en El sujeto y el poder, que es la manera que tiene el Estado moderno de incorporar las funciones que antes eran propias de las iglesias. Ahora el Estado es “pastoral”: se preocupa por todos nosotros y la salvación  de nuestras almas ciudadanas; además va un paso más adelante, ya que con su infinita misericordia va a encargarse también de que no pasemos hambre ni frío, e incluso va a proteger nuestros sentimientos en caso de que alguien los hiera. Por supuesto solo nos pide una contrapartida, que le entreguemos nuestra libertad con una sonrisa de agradecimiento.

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