2.1.17

La libertad


La libertad es un término zarandeado a lo largo de la Historia; bajo su estandarte lucharon millones de hombres, y muchas veces lo hicieron en bandos opuestos de una misma contienda. Se considera una virtud que pocos pensadores se han atrevido a denostar abiertamente y la mayoría más bien la vieron como rasgo definitorio de la condición humana. Jean Paul Sartre, por ejemplo, decía que lo que nos hace hombres es que estamos condenados a ser libres, que lo somos en cualquier circunstancia porque siempre hay un resquicio al que aferrarnos, que siempre elegimos y que hasta no elegir es una decisión que tomamos libremente.

Sin embargo en las últimas décadas las cosas han cambiado. Muchos intelectuales han empezado a decir que la libertad, más que buena o mala, es “ilusoria”, que ni somos libres ni podemos serlo. Empezaron los estructuralistas en los sesenta, y en la actualidad son incontables las escuelas que niegan la viabilidad de este noble anhelo humano: son los biologicistas, nihilistas, economicistas, psicoanalistas…y demás trendin topics intelectuales.

Es probable que la imposibilidad de la libertad sea un pensamiento consolador, ya que redime de la pesada carga de la responsabilidad. Es más fácil regodearse en que somos víctimas de estructuras económicas inmovibles, de nuestro inconsciente traumado o de fallas genéticas heredadas. Todo antes que sentir la siempre desconcertante mirada de Sartre en nuestros cogotes murmurando que de la libertad se puede huir, pero no esconderse.

Julián Marías advertía de la “falacia de la negación de la libertad existente”, pero como era tan caballero no señalaba a nadie. También insinuaba que muchas veces no es de libertad de lo que estamos faltos, sino imaginación.

Esta última proposición es completamente cierta y tan desasosegante como los imperativos sartrianos. Vivimos sometidos a fuerzas que no controlamos y tener dinero es fundamental, eso nadie lo niega. Pero nuestros márgenes de movimiento son oceánicos. Hay infinidad de ensayos de vida individual o colectiva, de sistemas de convivencia que podríamos crear antes de que un juez nos dé el alto o la bota del comisario venga a partirnos los dientes. Se nos debería de ocurrir algo mejor que este mundo y esta vida que nos rodea.

O sea ¿Qué más necesito? O mejor: ¿qué me asusta? Soy mortal y tengo necesidades materiales, vale. Pero también exhibo un pasaporte comunitario y atesoro 638,53 euros en mi cuenta corriente: suficiente para empezar algo nuevo, tal vez lejos de aquí, que funcione mejor. Tampoco los pensadores de nuestro tiempo, anatemizando desde sus cátedras, parecen concebir una alternativa viable ¿por qué no somos capaces de cambiar la vida?¿por qué no hacemos algo en lugar de esperar a que suceda algo?

Desgraciadamente para nuestra autoestima ciudadana no es solo que carezcamos de libertad, es que nos falta imaginación -o inteligencia, según se mire.

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