Veo dos películas españolas casi seguidas y no puedo evitar encontrar ciertas similitudes.
Una es Al sur de Granada,
basada en la novela de Gerald Bernan. No he leído el libro, en teoría
autobiográfico, pero desde luego la película es curiosa. Trata de un
inglés erudito y civilizado que llega a una aldea de la España profunda,
allí se amista con un lugareño bondadoso al que decepcionará para luego
reconciliarse, luego tiene una relación con una moza pasional y bella
que simboliza la autenticidad de una tierra ajena a la Modernidad. Tras
superar el choque cultural se acaba integrando como un más entre los
pintorescos habitantes, y finalmente vuelve a la civilización un poco
más sabio y tolerante con los pueblos no desarrollados.
Es decir, la historia sigue uno por uno todos los clichés de la narrativa colonial.
Lo
curioso es que es una película española, no británica. Es decir está
hecha por españoles -los nativos “orientalizados” que diría Edward Said-
pero desde el punto de vista del occidental superior. Está contada para
que nos identifiquemos con el inglés y veamos como exóticos a los
españoles. Al final acaba con un extrañísimo agradecimiento al señor
Brenan por su paciencia a la hora de entendernos, ya que, se supone, los
ibéricos damos mucha guerra con nuestras subdesarrollidades.
Dudo,
por otro lado, que los ingleses hagan un día una película en la que el
protagonista es un español ilustrado que viaja a una barriada industrial
británica feísta y gris, acaba congeniando con sus etílicos y brutos hooligans,
les enseña las virtudes de la poesía del 27 y a no pegar a sus mujeres,
y que los títulos de crédito finales terminen dando las gracias al
español “por ser tolerante con la cultura popular británica”.
La otra película es Magical Girl.
Está
dirigida por Carlos Vermut y es dura de ver, ingrata, pero tiene calado
y merece la pena. En todo momento sabemos sin que se explicite que nos
está hablando de la actualidad de nuestro país. Y sin embargo hay un
pegote a mitad de metraje en la que un personaje, secundario pero
fundamental, diserta sobre España ¡hablando del toreo como epifenómeno
nacional!
El problema de España ha obsesionado a los intelectuales
patrios desde hace siglos. Hay pocos países que hayan sido tan
autoanalizados, y con tanta aptitud, como el nuestro. Sin embargo, en
lugar de tirar de las cientos de perspectivas interesantes y potentes de
las que podría haber hecho uso, Vermut se marca un diálogo propio de un
turista gringo que todo lo que sabe del país es lo que ha leído en el
Lonley Plantet.
¿De verdad un español puede recurrir al símil de
torero para hablar de la realidad circundante?¿Por qué ve el país
siguiendo topicazos que sabe de sobra que son falsos?
La respuestas se me escapan.
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