28.4.17

¿Política o Alprazolam?


La realidad que vemos a diario es que la política no aspira a ser constructiva, y ya ni siquiera aspira a ser política: las gentes se arrojan al debate ajenas a la realidad social en el que están circunscritos. Lo de menos es la vida en común y el entendimiento con los otros, o sea, buscar un mañana mejor. La ambición parece ser no tener que lidiar más con los demonios anímicos de uno; solo se quiere purgar furores interiores y proyectar sobre la sociedad los resentimientos propios.

J.A. Schumpeter decía en Capitalismo, socialismo y democracia que un adulto normal que lleva una vida saludable, tan pronto se mete en política, “desciende a un plano inferior en materia de actuación mental. Argumenta y analiza de una manera que se consideraría infantil en el ámbito de sus intereses reales. Se convierte en primitivo. Su pensamiento se hace asociativo y afectivo”.

Los célebres "cuñaos" españoles, siempre con sus declamaciones maniqueas robadas a cualquier profesional de la opinadera mediática, son buen ejemplo de esto. En su vida laboral pueden ser excelentes, como padres serán dedicados y generosos, y tal vez sean los mejores amigos del mundo; como ciudadanos, sin embargo, son de muy mala calidad. No les interesa la verdad ni la prosperidad; para ellos la política no es otra cosa que un escupidero de bilis, la hoja de reclamaciones por las promesas incumplidas al adolescente que fueron.

Escuchando a muchos conciudadanos hablando la cosa pública nos percatamos de que no tienen la menor intención de arreglar nada, solo quieren encontrar a quién detestar. Schumpeter diría que como no se paga por opinar en política, nadie se la toma en serio y se dejan llevar por las demagogias de los poderosos, que sí tienen mucho que ganar con sus narraciones ideologizantes; en la esfera económica, sin embargo, donde los errores y la estulticia sí cuestan dinero, ningún ciudadano se permite las sandeces con que se regodea en la esfera política porque se condenaría al hambre y a la quiebra.

Bill Maher es un humorista estadounidense que tiene un programa de televisión sobre la actualidad informativa de su país y del mundo. En uno de sus monólogos ejemplifica un poco todo esto, primero con uno de los locos de las armas que se rebeló en Oregón y luego con una fundamentalista de lo políticamente correcto. Los llama “mártires sin causa” que eligen consagrarse a empresas banales o secundarias, en lugar de indagar en los verdaderos problemas sociales. Lo cierto es que “no hay nada que podamos hacer políticamente por ti”, resume el humorista. Estas absurdeces que pretenden hacer pasar por tragedias heroicas no son la raíz auténtica de su malestar, que se encuentra dentro de ellos, no fuera; y por ello, como sentencia, Maher “son asuntos que habría que afrontar con Xanax” (que es lo que aquí se llama Alprazolam, un ansiolítico).

Este vídeo acierta bastante en ilustrar un fenómeno que por lo que parece es global. Hacer política de verdad, desde la sociedad civil, es muy difícil por culpa de los sobraos, los histéricos, los narcisistas y demás ralea que colapsan las asambleas con sus memeces, votan con la mentalidad de un hooligan y abortan cualquier cambio por miedos supersticiosos. Y dicen que lo hacen por principios políticos, pero no es así. Lo que sucede es que no les dan achuchones, se quedaron calvos demasiado jóvenes o ya no son las más guapas del barrio. Triste sin duda, pero es un problema individual, no colectivo, o sea que no es un asunto político. No hay nada que políticamente podamos hacer por ti. Separemos de nuevo las esferas de lo público y lo privado, o lo que es lo mismo, maduremos.

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