1.5.17

Umbraliana

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Francisco Umbral nunca dijo ser otra cosa que un arribista que buscaba canapés gratis y dormitar con baronesas. Eso le hace auténtico.

Las mil y pico páginas de su antología Hojas de Madrid son empero apabullantes. La obra gira, evidentemente, en torno a Madrid y a “la sed de mujer”. Es una suerte de autobiografía involuntaria (la selección de textos se hizo por la editorial tras su muerte) del joven de provincias que viene a Madrid a buscar la gloria literaria y, tras pasar por la bohemia, triunfa como cronista de los altos salones del Poder. No sobra ni falta ni un adjetivo y los textos funcionan con la precisión mecánica de un reloj. Es magnífico, todo un ejemplo a seguir en su cuidado del estilo, la claridad y el respeto al lector. La voz narrativa es el yo, un yo que duda y habla con autoironía; prevalecen sus elaboradas descripciones de personas y lugares, y lo acertado del relato de una época.

De entre todos los libros que forman este opus es especialmente significativo La noche que llegué al Café Gijón. Muy bien escrito, narra las peripecias de un joven provinciano en busca de mujeres y gloria literaria (que vienen a ser lo mismo). Se intercalan unos apuntes sobre literatura, o contra la literatura, bastante interesantes. Umbral aboga por el “escritor sin género”, por libros sin argumento, espontáneos; la novela le parece un género lastrado por la “prótesis”, que serían esos esquemas argumentales y tropos de los que se abusa hasta el hastío.

Umbral emerge como el mejor, junto con Josep Pla,  de los “escritores sin género” patrios. Otros serían González Ruano, su maestro y al que supera, Corpus Barga, Cansinos Assens, Julio Camba… todos autores fenomenales más o menos rescatados y cuyos libros hablan de la vida española de su tiempo, aunque siguen siendo actuales hoy. Son libros que se leen con gozo, y solo tenemos que releer cada página por regodearnos en su talento, no porque no los hemos entendido nada y necesitamos examinar cada letra en busca de un mensaje arcano que no han tenido a bien explicitar (pienso en Murakami y otros cantamañanas por el estilo).
Umbral y sus pares nos dan conversación en un café de Madrid; nos hacen ver los contornos de nuestras vidas, que no son gran cosa y huelen derrota y carajillo, pero por los menos son nuestras vidas, y sabiéndolo hasta podemos darlos el gusto de naufragar con estilo.

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