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William T. Vollmann algún día será una moda.
Nació en Los
Ángeles en 1959. Siendo niño su hermana pequeña murió ahogada mientras a
él se le suponía vigilando. Incapacitado, intuimos, desde entonces para
la felicidad convencional, toda su vida y obra literaria es un
recorrido por estertores y abismos: guerras, marginalidad y sexo.
Dejó
la universidad porque quería vivir la realidad. Tras coleccionar
trabajos basura, ahorró suficiente para volar a Oriente y unirse a los
mujaidines que combatían a los soviéticos. Su experiencia quedó
reflejada en An Afghanistan Picture Show, donde, cuentan, él mismo se ridiculiza como un soldado patoso entre valientes guerrilleros.
A
partir de ahí ha recorrido las periferias del globo y sufrido con sus
habitantes. Habitó en los slums de Nairobi, fue el único superviviente
de un coche que pisó una mina en Bosnia, pasó un año alternando con las
prostitutas de San Francisco, se entrevistó con hombres armados en
Colombia... Allí donde hay dolor y disparos, está él para contarlo.
Sin
embargo, con todas esas millas a la espalda, Vollmann ha tenido tiempo
para publicar más de diez mil páginas en docenas de libros. Ensayos,
novelas, crónicas, y relatos cortos. Es tarea de toda una vida leer todo
lo que ha escrito.
De momento en español tiene algún libro
publicado, pero son pocos si tenemos en cuenta su inabarcable obra, y
además los primeros que se tradujeron moran ya en el reino oscuro de los
descatalogados. Aquí vamos a hablar de tres libros suyos que hemos
leído en inglés.
1, Riding toward everywhere apareció en el 2008. Es un libro trabajado a salto de mata, literalmente. Vollmann escribe sobre los hobos,
esos polizones que viajan por Estados Unidos colándose en los trenes de
mercancías. Charla, come y duerme con ellos. Se convierte en uno, huye
cuando las fuerzas del orden vienen con las porras, comparte momentos de
descanso, y escucha historias de frustración y esperanza.
Las
descripciones de los paisajes California emocionan por su fidelidad. Las
personas que conoce en el viaje dejan huella en el lector. Y,
finalmente, esa especie de desmitificación de un modo de vida, ese
Kerouac invertido, marca un punto y final a toda una tradición literaria
estadounidense: en la fotografías complementarias al texto que vienen
al final, corroboramos que los entrevistados no son jóvenes hermosos de
mili bohemia, si no verdaderos perdedores cegados por cierta ilusión de
libertad que en el fondo no es más que miseria. No hay épica en la
narración. Es una obra para el ocaso.
Libro breve para lo que
acostumbra el autor (188 páginas) es una buena introducción al opus
vollmanniano. El protagonismo es de los hobos, sobre todo de
Steve, uno de los veteranos, y el cronista opta por un segundo plano,
que sólo rompe con ciertas meditaciones naive y algo egotistas
imperdonables en un señor de cincuenta años.
El conjunto de cualquier manera es brillante.
2, Poor people, recientemente traducido al español, es un gran libro de intrahistoria.
Vollmann
recorre diversas barriadas de países, tanto del Sur como
industrializados, habla con todas las personas harapientas que puede y
les repite (se repite, nos repite) la misma pregunta: “¿Por qué eres
pobre?” Las respuestas varían: desde la niña alcoholizada de Tailandia
que no ve su propia miseria y que da lugar a reflexiones sobre la falsa
conciencia, a la esquiladora mexicana que culpa murmurando a EE UU.
Escuchamos a mendigos que responsabilizan al destino, otros a Dios,
pobres que se consideran ricos porque tienen cuatro judías más que el
vecino, dignidad (hay un pasaje en que compara el sentimiento comunal de
un slum en Nairobi con la insolidaridad de un bloque de afroamericanos
en Nueva York que es inolvidable)… Al final llegamos a una conclusión
donde no hay respuestas ni soluciones.
Muy bien escrito, con
alternancia de estilo directo e indirecto, intercalando meditaciones y
ejemplos, Vollmann –y ésta es una constante en sus libros- deja claro
que su experimentalismo responde a necesidades expresivas, pero que no
tiene la más mínima intención de deslumbrar a lector con acrobacias. En
este caso, además, debido a la temática, hacerlo sería inmoral.
Las
últimas páginas contienen las fotografías de las personas con las que
ha hablado y la realidad de su circunstancia. Vollmann se nota que les
quiere y desea comprender, pero tampoco es complaciente. Enumera una
serie de características de la gente pobre y muchas no son en absoluto
aptas para relativistas y solidarios folklóricos. Habla del atontamiento
como forma de supervivencia, de cierta pasividad y ceguera. También de
las deformidades físicas que la miseria origina, su invisibilidad y
dependencia.
Poor people es imprescindible para quien quiera escuchar las voces de los condenados y a la vez leer un libro importante.
3, La versión completa de Rising up and rising down
(algo así como "Alzarse en armas, bajar los brazos") es un flujo de
palabras descomunal de más de tres mil páginas y siete volúmenes
independientes. También hay una edición abreviada de sólo 700 páginas
que Vollmann ningunea diciendo que hizo por dinero. Hasta que tengamos
tiempo para el libro completo, me temo que nos tendremos que remitir a
este resumen, que es lo que he leído y es magnífico a pesar de todo.
El autor define Rising
como la obra de su vida, a la que ha dedicado 20 años y cientos de
millas y lecturas. Es un tratado sobre la violencia a través de la
historia y en la realidad diaria. Con una erudición casi obscena, se
desmenuzan las justificaciones y las formas de la agresión. Todo ello
con ejemplos reales vividos por el propio autor, que ha sido víctima y
testigo de la violencia en numerosas ocasiones. Se intercalan diarios y
entrevistas a celebridades o personajes anónimos que en algún momento
han visto su vida barbarizada. También se recurre, tras cada caso, a
"cálculos morales" donde se examinan los ejemplos concretos de violencia
según su origen, destino, medios y coartadas.
El libro se inicia
con la declaración de un militar que dice que cualquier libro sobre la
insurgencia sólo interesa a quien aspira a ser insurgente. Lo que leemos
a continuación está directamente relacionado con esta cita. Vollmann
sabe que quien intente cambiar el mundo antes o después va a sufrir la
violencia. Y todo el que se ha sentido atraído por el tema es porque
considera, tal vez inconscientemente, que la violencia ha sido o va a
ser protagonista en su vida. Un comportamiento ético implica empatizar
con el vecino que está siendo apaleado. Y también, a veces, ser de los
que apalean. Rising habla de ambos casos. Es un manual para todas las opciones.
Ya
desde el principio, ante las calaveras amontonadas en la catacumbas de
París, empieza a hablar de la muerte de su hermana y a contar
experiencias personales. La narración viene desde un Yo activo que se
implica y opina, por lo que no podría llamarse estudio científico
objetivo. Seguramente no tiene rigor, pero Vollmann, que es periodista
y, a diferencia de muchos académicos, tiene cicatrices, parece
indiferente a las posibles críticas.
Tal vez nunca se traduzcan
los siete volúmenes, pero esperemos que por lo menos el resumen sí. Este
libro, en todo momento accesible y bien escrito, tiene madera de
clásico.
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