6.5.17

Wallerstein

 
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En la actualidad hay dos pensadores más o menos marxistas que están teorizando sobre la globalización desde planteamientos divergentes. Uno es Antonio Negri, que defiende que el planeta ya tiene una organización supranacional, el Imperio, que no tiene fronteras porque está en todas partes; además sostiene los valores universales e ilustrados son buenos, que la tecnología puede ayudar a la liberación; para él de lo que se trata es de hacer la revolución desde donde estamos actualmente, sin marchas atrás, y construir un gran sindicato mundial y que las multitudes tomen el control de la globalización, la reviertan pero no acaben con ella. El otro teórico es Immanuel Wallerstein; para él el Sistema-mundo, que es un mundo pero no es el mundo en su totalidad, presenta todavía grados de integración en torno al Estado central, que hoy es Estados Unidos, como antes lo fue el Reino Unido u Holanda; hay territorios periféricos y otros semiperiféricos, la ubicación define sus políticas; además los valores republicanos liberales y modernos hacen las veces de argumento legitimador del dominio, no son necesariamente los mejores y las subjetividades nacionales o religiosas que se les enfrentan son potencialidades antisistémicas que hay que valorar.

Por supuesto Wallerstein ha sido incorporado como uno de los pilares de la teoría postcolonial y es más leído en los países del Sur. Negri empero tiene más seguidores en el mundo occidental, o fuera de él entre las audiencias más proclives a dejar atrás tradiciones y cosmovisiones locales para incorporarse a la modernidad occidental desde la militancia anticapitalista.

Ambos autores requieren cierto esfuerzo de comprensión, pero no hace falta ser un especialista para digerir sus libros. Son buenos cartógrafos del mundo actual, o al menos de las ideas imperantes sobre el mundo actual. Conocerlos ayuda mucho a entender por dónde van las luchas ideológicas contemporáneas que, aunque pretendamos que nos son ajenas, determinan nuestras existencias.

Negri publica con excesiva frecuencia. Cada año aparecen dos o tres libros suyos no necesariamente interesantes, más bien son vueltas y más vueltas sobre sus ideas clave. Wallerstein en cambio se hace esperar más, al menos en español, y por ello cada novedad suya en las librerías es recibida con más expectación. Este año se acaba de publicar, por fin en nuestro idioma, el cuarto volumen de su monumental historia del sistema-mundo capitalista. El primero de la serie apareció en los años setenta, y fue innovador en su tiempo porque desplazaba el origen de la Era Moderna del Renacimiento al Descubrimiento de América. El sistema-mundo surge con el inicio del capitalismo y la expansión ultramarina, cuando deja de centrarse todo en Europa. Luego, con el paso de los siglos, se producen disputas por ser el Estado hegemónico dentro del mismo, ya que hacen falta diversidad de Estados, y se lucha por la incorporación de los territorios periféricos ajenos al “progreso”.

En El moderno sistema mundial IV. El liberalismo centrista triunfante, 1789-1914 estudia cómo la Revolución francesa y el liberalismo moderado que se configuró posteriormente crearon una narrativa legitimadora del dominio occidental-capitalista del planeta.

Así dicho parece que va a ser una sucesión de tópicos contra la Modernidad y los valores ilustrados, de esos que dicen lo malo que es todo lo que pensamos en Occidente y lo bueno que son los que alaban a dioses de muchos brazos o no dejan que las mujeres conduzcan. Pero la verdad es que solo es así tangencialmente; Wallerstein insiste mucho en que no sabe si las alternativas a lo que tenemos actualmente pueden ser mejores.

De cualquier manera el mejor texto introductorio a este pensador está en la Red y se puede consultar gratuitamente. Es mejor empezar por él. Se trata de Análisis de los Sistemas Mundo. Una introducción, una conferencia que dio en la Universidad Menéndez Pelayo de Santander, y en ella resume su teoría política por un lado, y por otro sus posiciones sobre las ciencias, que considera innecesariamente separadas en disciplinas estancas, cuando lo que deberíamos de buscar en la unidisplinaridad.

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