20.3.18

El fútbol como ideología, de Gerhard Vinnai



El fútbol resulta inexplicable: ¿cómo es posible que una cosa tan estúpida pueda ser el principal tema de conversación de adultos con coeficientes de inteligencia supuestamente normales? Y sobre todo: ¿por qué el silencio de las minorías académicas e ilustradas ante tan burda imposición en nuestras vidas?

A favor del fútbol se publica mucho, como las elegías demagógicas de Eduardo Galeano o Javier Marías. Pero en contra reina el mutismo; solo se dicen algunas cosas con la boca pequeña y nunca en monografías. 

Que no encontremos prácticamente libros que estudien las patologías y sumisiones que se relacionan con este espectáculo es llamativo.

Hay, que sepamos, solamente dos obras específicas en nuestro idioma que son críticas, curiosamente ninguna publicada en España. Una es La era del fútbol de Juan José Sebreli, que apareció en Argentina en 1998 y casi no tuvo distribución aquí; otro El fútbol como ideología, del sociólogo alemán Gerhard Vinnai, traducido y publicado por primera vez en México en 1974.

El libro de Sebreli es excelente pero ya hemos hablado de él. Así que vamos a centrarnos en el segundo.

Gerhard Vinnai, profesor de sociología en la Universidad de Bremen, escribió su brevísimo libro a finales de los sesenta con una perspectiva muy de su tiempo, es decir desde el marxismo-freudismo pasado por el estructuralismo. Eso explica sus fortalezas y debilidades.

Para este autor el fútbol es un correlato del capitalismo. Surge no por casualidad en Inglaterra, cuando el desarrollo industrial hace posible reducir las horas de trabajo. Para que los obreros puedan ocupar su nuevo tiempo de ocio en actividades constrictivas y no se despeguen de la mentalidad fabril se configura este deporte jerárquico y monótono, con puestos especializados, y una burocracia y normativa que nada tiene que envidiar a la del mundo laboral. Por supuesto los empresarios que pasan a controlarlo no buscan otra cosa que el lucro, y convierten a los jugadores en bienes de compra-venta con los que a menudo especulan.

Seguramente Vinnai tiene razón en su genealogía. Pero en la actualidad no vemos, al menos en España, que el fútbol sea tanto un negocio capitalista como un instrumento de poder. Está claro que con mejores gestores el fútbol patrio podría dar muchísimos más beneficios; ser una fuente de rentas para la hacienda pública mucho más abundante. Y sin embargo el gobierno prefiere perder dinero y mantener las redes de control como están. Se sabe que los clubes tienen deudas con el fisco que no les reclaman, y aun más, cuando regularmente quiebran son rescatados con dinero público. 

La paranoia del poder político prima, una vez más, sobre los intereses económicos.

Además la politización hasta la náusea del fenómeno tampoco parece propia del espíritu empresarial, sino de intereses estatales.  El fútbol aquí se convirtió en un fenómeno de masas con Manuel Fraga de ministro de información y turismo. Antes de lo popular era el toreo, pero tras una serie de estudios, él y otros gerifaltes del régimen maniobraron cuando se dieron cuenta de que la tauromaquia carecía de fuerza aborregante porque no creaba banderías claras identificables por colores ni cánticos; no era por ello adecuada para despolitizar a las nuevas masas industrializadas, y sobre todo era inservible como canalizador de las tensiones regionales.

Como explica Duncan Shaw en su libro Fútbol y franquismo, hasta 1960 casi no se televisaron partidos en TVE porque la cadena pública no tenía medios para hacerlo; en 1965, tras una fuerte inversión gubernamental, España era el país europeo con más partidos semanales. Paralelamente la prensa deportiva y escritores afines al régimen se dedicaron a crear en ese lustro el ambiente de competencia territorial entre equipos que hoy conocemos, con el Madrid-Barcelona como paradigma.

Así que el fútbol español actual es creación directa del franquismo, no del neoliberalismo y de las corporaciones globales.

Además del marxismo, el otro enfoque de El fútbol como ideología es psicoanalítico. Y esta parte ha aguantado mejor el paso del tiempo y es más reconocible en nuestra circunstancia.

Es tan evidente que parece innecesario recordarlo, pero el fútbol es la descarga de impulsos homosexuales reprimidos. Ante millones de espectadores masculinísimos (Vinnai los llama “hombres-eh” siguiendo a T. Adorno), los futbolistas se besan, se abrazan, se restriegan sudorosos la entrepierna con la excusa del gol. En las calles un día de diario les rechazarían por ello, pero en el estadio son replicados por los aficionados, que se besan, se abrazan y se restriegan con sus amigos sin que luego les cueste un desvelo insultar a una pareja gay que se les cruza en la vuelta a casa.

¿Qué clase de vida emocional tiene un hombre que se pasa el día gritando histéricamente ante once jovenzuelos sudorosos en calzoncillos? ¿qué sexualidad tiene un varón que ostenta masculinidad en un ambiente sin mujeres? ¿qué identidad grupal enferma es ésa donde la homofobia cohesiona vínculos homoeróticos?

El fútbol es un mundo sin contrapartes femeninas, porque las que han conseguido entrar no son mujeres, son maniquíes. Sara Carbonero consiguió un puesto tangencial porque es la fantasía andante de cualquier futbolero: simplona, neumática y dócil. Pero sería inimaginable que una mujer independiente tuviera su aceptación. Ana Pastor o Mercedes Milá, o sea mujeres que responden, no tienen cabida en ese mundo. Les arruinarían la juerga a los futboleros.

Vinnai lo explica muy bien, con referencias a Freud y citas de la Escuela de Frankfort, pero básicamente su acertada tesis vincula el fútbol con la represión sexual y la misoginia. Solo hay que mirar a las gradas un día de partido para ver que tiene razón.

1 comentario:

Anónimo dijo...

una de las pocas ventajas de la educación de las chicas en mi época de segregacionismo, es que el fútbol no existía para nosotras y seguimos así.La otra es que nos consta que no todas somos buenas.