2.5.18

El mito de la historia

Es desconcertante cómo los nacionalistas apelan sistemáticamente a la “cultura” como legitimador político; están todo el día ondeándola, como una verdad demostrable en sí misma. Sin embargo, los antropólogos, que se dedican a esto, no son capaces de encontrar una definición de lo que es “cultura”; usan el término con cuidado, como pidiendo perdón por ello, y sin darle mucha credibilidad.

¿Hasta qué punto es legítimo que en política se abuse de términos que en la academia nadie es capaz de delimitar conceptualmente? Porque con “nación”, “democracia”, “derecho”, “libertad” y otros pasa un poco lo mismo.  Y ya la cuestión histórica es nauseabunda. Los políticos, y sobre todo los nacionalistas, usan un enfoque decimonónico que le chirría hasta a un estudiante agraz. Y ahí siguen, como si nada, dando la matraca con las “historias patrias”.

La postmodernidad, hay que reconocerlo, no siempre es mala; con su obsesión por desentrañar el fondo lingüístico de las ideologías ha dejado sin fundamento estas narraciones épicas nacionales. Hayden White y compañía han demostrado que las “historias patrias” se escriben utilizando tropos y narrativas propias de la ficción, que dan un sentido -o cierre argumental- al relato para legitimar el presente.

(O sea, cuando alguien nos cuenta la historia de un país o una región irredenta, no es baladí que lo haga de tal manera que suena a un episodio de Star Wars: años de opresión, buenos contra malos, líder mesiánico, caída, sacrifico, redención, confeti y nueva testa coronada).

La manipulación conceptual e histórica parece la base de todo discurso político. Y lo que debemos de preguntarnos finalmente es por qué conceder el más mínimo crédito a quienes viven de intoxicarnos con falsedades inaceptables para quien conoce un poco los temas.

No hay comentarios: