8.4.19

sábado

Tal vez lo que da cohesión a los grupos es que remojan juntos sus lugares comunes.
Estoy en una tertulia en  la provincia de Lavapiés donde se insiste en que la orientación sexual no es fija y que todos somos bisexuales. Yo me opongo porque creo que eso es genitalidad; lo que define mi heterosexualidad es mi sed de mujer, mi dependencia de ellas, además de mi preferencia casi anecdótica por las vaginas. Somos gays o heteros según nuestra fascinación por un género concreto y nuestra indiferencia hacia el otro. Y aunque haya personas que efectivamente se sienten deslumbrados por ambos bandos, la mayoría tenemos querencia por uno en concreto. Yo simplemente jamás aguantaría ni dos minutos de crisis neurótica de un hombre, por ejemplo, y de las mujeres llevo lustros haciéndolo con incluso cierto goce masoquista.
Mis contertulios estaban de acuerdo conmigo al final de mi discurso, pero flotó en el ambiente la sensación de cierta impertinencia, de que ese comentario no tocaba. Allí querían ser más bien del discurso bisexual tradicional.
Supongo que tenían razón y hay que respetar también  los clichés grupales cuando no son especialmente molestos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

En esa provincia donde ponen de moda como mirar y usar el propio cuerpo, según eso de que todo es discurso va tomando espacios de "liberación", y las universidades americanas hacen hortodoxia, los habitantes en el uno por uno, erotizan pocas relaciones.El transito por lo bi es pasajero, hasta que dejan la libido enganchada en una cadera con nombre propio, con la que compartir piso una temporada.
Pero ser troglodita es un miedo mas persecutorio que equivocarse de cama, como bien dices.
En mi sesgadísima experiencia lo bi es es el prologo de lo homo, y lo homo muchas veces,espero equivocarme, una elección tranquilizadora en una vida laboral cada vez mas sesgada